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Bukele, el presidente más popular de América Latina

Una nueva encuesta según la cual el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, es el mandatario más popular de América Latina, confirma lo que muchos de nosotros sospechábamos: en muchos países hay tal hartazgo con la violencia, que la gente está dispuesta a apoyar a los populistas autoritarios que logren bajar las tasas de criminalidad a cualquier costo.

La nueva encuesta regional de Latinobarómetro, que realizó 19,205 entrevistas en 17 países latinoamericanos, muestra una disminución alarmante del apoyo a la democracia en la región.

Solo el 48% de los latinoamericanos está de acuerdo con el postulado de que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, mientras que un 63% que respondía así en el 2010, según la encuesta. En Honduras, Paraguay y Guatemala, casi el 70% de la gente dice que no le importaría tener un gobierno no democrático si resulta eficiente. En México ese porcentaje es del 56%.

En El Salvador, Bukele tiene una popularidad del 90%, más que cualquier otro presidente de la región, dice la encuesta. Goza de un apoyo masivo a pesar de las críticas sobre sus violaciones a los derechos humanos, su acumulación de poderes, y su actual intento de reelección a pesar de que la Constitución se lo prohíbe.

El apoyo de Bukele “muestra la desesperación de los pueblos respecto del desempeño de sus gobiernos en solucionar los problemas,” dijo Latinobarómetro en su cuenta de Twitter.

Bukele, de 42 años, quien medio en broma se ha autodefinido como “el dictador más cool del mundo”, inauguró a principios de este año una megacárcel para más de 40,000 pandilleros, a la que orgullosamente llama la prisión más grande de América.

El Salvador ha puesto tras las rejas a unas 68,000 personas, muchas de ellas sin el debido proceso. Ahora tiene la población encarcelada más grande del mundo en relación con su tamaño, dicen los grupos de derechos humanos. Lejos de ocultarlo, la oficina de prensa de Bukele ha difundido videos de pandilleros presos semidesnudos, en ropa interior blanca y con la cabeza gacha, mientras efectivos gubernamentales los vigilan de cerca.

Pero hay serias dudas sobre si el encarcelamiento indiscriminado de pandilleros logrará controlar la violencia a largo plazo.

No hay duda de que las tasas de criminalidad han caído bajo Bukele. Los homicidios han caído de 1,147 casos en 2021 a 495 casos en 2022, según InsightCrime.org. Bukele inició su represión masiva contra las pandillas a principios del año pasado, tras el colapso de un aparente acuerdo de su gobierno con los líderes de las maras.

Pero la tasa de criminalidad de El Salvador venía cayendo desde 2015, cuatro años antes de que Bukele asumiera el cargo. Y la violencia puede resurgir a menos que el gobierno haga algo para erradicar las causas clave de la criminalidad, como la pobreza extrema y el narcotráfico, porque será difícil mantener a decenas de miles de personas indefinidamente tras las rejas sin un debido proceso.

Hay que preguntarse si estas nuevas megacárceles que juntas albergan alrededor del 2% de la población adulta de El Salvador no se convertirán en caldo de cultivo de grupos criminales más fuertes y mejor organizados. Así como los líderes las maras se conocieron en las prisiones de California, las cárceles de Bukele podrían pasar a la historia como campos de entrenamiento de futuros ejércitos de delincuentes.

Tamara Taraciuk, especialista en estado de derecho del grupo Diálogo Interamericano, con sede en Washington, dice que una buena parte de la extraordinaria popularidad de Bukele se debe en parte a una estrategia bien financiada de propaganda gubernamental.

“No hay duda de que las tasas de homicidios han disminuido, pero también ha habido una campaña gubernamental de comunicaciones estratégicas muy eficiente, especialmente en las redes sociales, que logró difundir ese mensaje a un gran número de personas”, me dijo Taraciuk.

Según grupos de derechos humanos, miles de jóvenes salvadoreños están en la cárcel por tener tatuajes que las fuerzas de seguridad interpretaron como una señal de pertenencia a las pandillas, o por estar en el lugar equivocado durante redadas masivas del ejército. “

¿Qué pensarían las personas que apoyan estas redadas si alguien de su familia fuera detenido arbitrariamente, y no pudiera defenderse por falta de una justicia independiente?,” preguntó Taraciuk.

Bukele podrá ser el presidente más popular de la región en este momento, pero si sigue adelante con sus ataques a la democracia y los derechos humanos, lo más probable es que tarde o temprano se genere una reacción social a favor de las libertades básicas, y contra él. La historia de América Latina ha mostrado que la popularidad de los dictadores no suele durar mucho.