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Si Abinader va, ¿gana? Si no va, ¿ganará Leonel?

Muchos preguntan: ¿Si Abinader no va, quién ganará?

Pese a la guerra ruso-ucraniana; al desabastecimiento causado por la ruptura de las cadenas de distribución y a los efectos de los desembolsos gubernamentales para contrarrestar las consecuencias de la Covid-19 sobre las economías —como medida correctora, incrementaron las tasas de Política Monetaria (TPM) globalmente, excepto en China—, del año 2020 al 2022 el Índice de precios al consumidor (IPC) nacional incrementó +5%, alcanzando —en 2022— +8.8%: resultado inferior al +14.05% reportado por el Banco Mundial como promedio latinoamericano y caribeño.

En tal entorno de estabilidad macroeconómica discurre el panorama preelectoral; enfrentando otros retos: la persistente percepción de inseguridad ciudadana y la cruda realidad que configuran sueldos y salarios bajos, efecto de una economía mínimamente generadora de riquezas, tecnologías, saberes y valor agregado, de un mercado de precios obstructor del desarrollo y del bienestar.

El presidente Abinader medita si buscará un segundo mandato consecutivo que —ha dicho— no prefiere. Debe decidirlo en dos semanas. Sin importar su determinación, está bien valorado y posicionado; sus “números están ahí”. En su Partido Revolucionario Moderno (PRM) hay, también, manos jóvenes frotándose. Si acaso pausara su derecho constitucional, en varias encuestas ya se auto-imprimieron como opciones “más triunfadoras”, a falta de Abinader.

¿Será así?

El Presidente sabe de suicidios políticos; conoce las consecuencias de licenciar los ejércitos propios. Quienes lo hicieron, terminaron con menos del 2% de simpatía electoral. No se convoca gente a guerrear para, en la batalla clave, abandonar el campo y dejar en la inseguridad y el ostracismo a quienes invirtieron recursos, tiempo y trabajo. Es el acto de transfuguismo mayor que un político puede practicar.

Pese a que en este sistema electoral tripartito concita >45% de las simpatías, intención de votos y aprobación, Abinader y cualquier candidato oficialista enfrentará el fantasma y la fanfarria que generaría la cuasi probable alianza de sus adversarios: el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la Fuerza del Pueblo (FP). Con una salvedad: ¿el PLD es una fuerza homogénea? ¿Sobre su candidatura oficial gravita el interés particular de su presidente? Dijo que si el candidato 2020-2024 hubiese ganado, él no estaría presidiéndolos. ¿Qué tanto odia a Fernández? Viceversa: ¿cuánto es odiado él?

Hay, entonces, mascaradas, danzas y ocultismos; riesgos y oportunidades para todos, por doquier. Para el oficialismo: esa variabilidad política que Shakespeare ilustró en su tragedia “Julio César”, y las ingobernabilidades... Para los opositores: la visibilidad incrementada del Poder. Para todos: la triangulación política de organización axial (X): “contrarios” colaborando… Los fines particulares pesando más.

Por su gravitación política y fortaleza intrínseca, ¿el ex presidente Fernández es un contrincante con posibilidades superiores a las de sus adversarios? Realizó dos gestiones (2004-2012) caracterizadas por promover las importaciones y valorar el mercado doméstico, incluyendo el laboral, impidiendo la erosión de los ingresos provocados por la devaluación del signo monetario entre 2003-2004. Recibió una inflación promedio de +51.5% (2004) y entregó otra de +3.7% (2012). La gestión 2012-2020 entregó el IPC en +3.8%.

Datos para ilustrar la diferencia entre los valores real y nominal del signo monetario; para preguntar: ¿modularán el resultado electoral?