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¿Estresado o infoxicado?

La Infoxicación puede resultar tan perjudicial a nivel psicológico como la exposición que ocasiona un virus en el plano biológico.

En la década del sesenta del siglo XX surge la denominada “sociedad de la información” o “sociedad en red” según la nombra el contemporáneo investigador Manuel Castells; momento en el que se comienza a incrementar de modo vertiginoso la producción y disponibilidad de datos e información.

Si bien la palabra información tiene distintas acepciones no es menos cierto que hace referencia a un conjunto de datos o mensajes con contenido útil para ampliar conocimientos, informar, aportar ideas sobre un tema determinado o bien tomar decisiones.

La información es completamente necesaria para la sobrevivencia en todos los aspectos y no es el tema de debate de este artículo, sino la sobrecarga informativa llamada también infoxicación, neologismo que combina las palabras información e intoxicación.

No hay una medida exacta para determinar la cantidad de carga informativa que puede tolerar una persona sin tener consecuencias negativas; todo dependerá de sus características particulares, del buen o mal manejo de su gestión emocional y de sus niveles de tolerancia a la frustración, entre otras herramientas.

¿Estresado o infoxicado?

¿Estresado o infoxicado?

Hasta hace apenas unas décadas considerábamos que el estrés informático estaba delimitado al mundo laboral a través de la saturación de los correos electrónicos y que niños y adolescentes no eran amenazados por este síndrome; sin embargo, con el auge de las redes sociales -y más aún después de la pandemia- se ha multiplicado de manera exponencial las fuentes de conocimiento y como consecuencia, se ha disparado la ansiedad por estar informados, no importa la edad.

La fatiga informativa denominada también infobesidad o information overload es el síndrome que padece un elevado índice de la población mundial a consecuencia de la ingestión de tanta información que reciben diariamente y que no son incapaces de procesar a consecuencia de los límites atencionales del cerebro.

Como consecuencia, surgen comportamientos patológicos como desorientación, indecisión, falta de atención o concentración, problemas de memoria, impaciencia, alteraciones del sueño y una obsesiva necesidad de estar conectados 24/7.

Este fenómeno no es ajeno para muchos lectores que aprecian como se ha disminuido la calidad de la comunicación en las relaciones interpersonales tanto en el entorno familiar (incluso dentro del hogar), social, laboral, por estar conectados en los móviles aprovechando cada segundo, independientemente del lugar, no importa si es en la iglesia, un supermercado, la consulta de un médico o esperando el semáforo. Ni hablar de la difusión de falsas noticias.

Hace poco leí en un estudio realizado por profesionales de la salud en España que dos de cada tres pacientes de la muestra obtenida, llegaron a la consulta preocupados por diagnósticos errados del doctor Google.

No es tan fácil decir: “voy a apagar el celular dos horas antes de dormir” si luego nos esperan las series y documentales de televisión haciéndonos difícil conciliar el sueño, ocasionándonos problemas en la productividad.

Es concluyente: El exceso de información es perjudicial para la salud.

Licelotte Baigés Entrenadora Internacional en PNL

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