ideando
La amistad
La amistad, a diferencia del amor, resiste distancia y desvinculación, dice Borges.
La amistad no se oxida ni con los años ni con la separación física. Es un sentimiento resistente al tiempo y al espacio.
A los amigos verdaderos nada los separa. La amistad es indiferente a las ausencias.
Sobrepasa las arrugas de los años. No tiene período de caducidad. Es una hermandad que se escoge voluntariamente.
Esos amigos de pupitre y aventuras se cultivaron a fuerza de complicidad y sueños, de carencias compartidas, de intrepidez, de riesgos y sollozos.
Porque fuimos a la misma escuela, jugábamos en la misma cancha, íbamos a los mismos charcos, paseábamos en el mismo parque, transitábamos los mismos barrios y poblábamos de sueños la misma noche, a fuerza de cercanía y pesares, sembramos en el alma un sentimiento perpetuo de amistad.
Esos tiempos hacen eternos los afectos.
Y en cualquier esquina de la aldea lejana, estemos donde estemos, aún se escucha el rasgueo de una guitarra enamorada o la dedicatoria de un pretendiente tenaz llenando de poesía la noche.
Esos convites románticos agruparon por años nuestros sentimientos y nos hicieron cómplices de amores prohibidos y ocultos.