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Visión humanista de la pedagogía en la educación

Para los años 1861-1865, la educación dominicana empieza a recobrar un nuevo auge, gracias a los distinguidos maestros y moralistas Fernando Arturo de Meriño, orador excelente, y Francisco Javier Billini, entre otros. Este renacer de la educación es consecuencia de la liberación ocurrida en el año 1844, donde el pueblo dominicano se libera de las duras manos del gobierno de Boyer.

El sistema educativo que existía para el año 1875 permanecía sumamente dependiente del espíritu religioso. La Iglesia Católica era responsable de un gran por ciento de la enseñanza de la República Dominicana.

Humanista

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Hostos produjo una profunda revolución educativa en la República Dominicana e hizo serios esfuerzos por lograr un noble propósito: cambiar la mentalidad educativa. La educación dominicana para el año 1875 se sustentaba especialmente en principios metafísicos y teológicos, y al insertarse Hostos a la actividad educativa enfoca la pedagogía del mundo positivista.

Tanto han llamado a Eugenio María de Hostos el humanista pedagógico de América, que debo considerar este aspecto suyo como cosa aparte de su idea sobre la educación. Como humanista, Eugenio María de Hostos se remonta más allá del continente americano. Estudia la cultura universal, y sobre todo la europea, como base a la nuestra en Santo Domingo.

Por lo tanto, él fue primero un humanista, fundamentalmente un americanista, y por último, debido a su universalidad, fue un humanista consumado.1

Eugenio-Maria-de-hostos

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Fernando Arturo de Meriño fue un humanista real, no de abstracciones. Su máxima preocupación era el hombre como ente social concreto. Por eso podemos decir que sus ideas eran vivas y penetrantes, capaces de buscar en las aguas tranquilas de lo tradicional para sacar algo nuevo y eficaz.

El humanismo social es una doctrina universal que Eugenio María de Hostos, el antillano que fue ciudadano de América, practicó con pasión esencial, preocupado por el rigor docente, basado en la integración de los latinoamericanos.

Eugenio María de Hostos, que como maestro aspira a la unificación de las ideas, a través del positivismo, hace la guerra a esa otra modalidad de esclavitud que es la ignorancia, de esa forma de libertad de las tinieblas a quienes sabe él cómo y el porqué de las cosas.

Un aporte humanístico de Eugenio María de Hostos es el papel de la mujer en la sociedad, porque él aboga por una educación científica para ella, ya que ésta es tan educable como el hombre, y ésta avanzará en sus conocimientos personales en la medida en que esté más educada su conciencia. Pero Hostos admite que es una tarea fácil de enseñar a las mujeres para la ciencia:

“La mujer debe ser ayudada a educar su conciencia y una vez educada su conciencia, sabrá educar su razón. La mujer, antes que amada, antes que esposa, antes que encanto de nuestros días, es un ser vacacional que tiene razón y puede ejercitarla, educarla y conocer la realidad que la rodea”.2

Hostos pretendía una educación de la mujer fundamentada en lo racional, para que la misma alcanzara su ser de conciencia y de razón, y así pudiera, como ser social que es, aportar sus conocimientos a la sociedad.

La mujer educada al estilo de Hostos no será víctima de la tradición, que hace la educación casi propiedad exclusiva de los hombres, sino que se emancipará.

“Si la mujer latinoamericana viviera así, su curiosidad guiada hacia lo bello y lo verdadero, muy diferente sería el objetivo y el impulso de nuestras sociedades”.3

Las múltiples actividades en que se desenvolvió Fernando Arturo de Meriño muestran el genio de certeza y la firme decisión de un hombre que se supo mantener entre los límites que su conciencia le dictaba. Por eso desde su más tierna edad dio muestra de grandes cualidades en el campo de la educación.

Tuvo mucho que ver en su formación moral y religiosa la Iglesia Católica, quien lo acogió ensenándole toda la riqueza del evangelio. Todo esto facilitó a Meriño que aun siendo seminarista, sacerdote, Arzobispo, no se limitara sólo a la espiritualidad del templo, sino a ser un gran defensor de la educación del pueblo dominicano, con matiz humanístico.

Meriño ve la sociedad como la espléndida realización de la felicidad del hombre, pero está llamado a la salvación unido a los demás hombres y tiene que luchar por su realización y la de los demás hombres y sus hermanos.

Como hemos dicho antes, la sociedad y la moral no pueden tomar puntos diferentes, porque una sociedad sin moral es un grupo de personas, no una sociedad. Para que esta sea sociedad tiene que estar acorde con las leyes y principios que nos da la educación moral que hemos recibido de la sociedad y de la religión Católica, que es esencialmente moralizante, y si no es así, no se puede conseguir una verdadera sociedad. Así lo expresa Meriño:

“Decir que existe un orden moral sin Dios es un absurdo, que la misma naturaleza del hombre o de la armonía social se derivan sus preceptos y leyes, es un monstruoso ridículo”.4

Meriño concebía la educación tal que estuviera basada en la libertad y el bienestar de la misma, donde el hombre no sea esclavo ni exterior, ni interiormente y donde éste llegue a valorar su propio ser y recupere su personalidad.

Tanto Meriño como Hostos, olvidan que para la renovación adecuada de los centros escolares hacia un estilo personalizado, parece obligatorio proceder de acuerdo con los principios de la Educación Personalizada. Hay un modo de ser y actuar que los responsables de un centro han de comprender antes de promoverlo entre los alumnos. Pero no se trata sólo de principios y objetivos generales. Los artífices del cambio han de familiarizarse con los nuevos procedimientos didácticos, otros modos de organización, nuevos instrumentos de trabajo y, en general, el tratamiento adecuado de elementos formales, como pueden ser la disciplina, los horarios, los estímulos.

Asimismo, la educación se ha concebido –por algunos cultivadores de la pedagogía– como una ordenación u organización y en este significado cae igualmente dentro de la perfección, ya que es la realización del orden. Refiriendo el orden al hombre, este puede ser considerado como un ser complejo dentro del cual se da una multitud de tendencias o hábitos susceptibles de ordenación, o bien puede considerarse al hombre como un ser en obligada relación con otros dentro de la humanidad, y entonces cabe aplicar la ordenación a la multiplicidad de hombres con el objetivo de que cada uno ocupe el puesto social adecuado.5

Creemos que el hombre que se siente ser hijo de un pueblo, miembro de una sociedad, se preocupa por llegar a adquirir una capacidad intelectual que le permita cooperar en las acciones progresivas de su patria y en la conquista liberadora, por la cual el pueblo ha luchado toda la vida.

Todo individuo que anida en su corazón y en todo su ser la intención de ser hombre social valoriza la educación como fuente poderosa que lo llevará a una meta concreta: el progreso y el bienestar de su patria.

En nuestra sociedad existe un mal destructor en el hombre, el poco valor patriótico que se le da a la educación. El hombre se educa con el fin de satisfacer su propio ser, no el ser social.

Fuentes:

1 Hostos, Eugenio María de. Diario. Tomo IX. La Habana, Editorial Cultural, 1939, p. 93.

2 Hostos, Eugenio María de. Forjando el Porvenir Americano. Tomo XII. La Habana, Editorial Cultural, 1939, p. 13.

3 Henríquez Ureña, Camila. Las ideas pedagógicas de Hostos y otros escritos. Santo Domingo, Secretaria de Estado de Educación Bellas Artes y Cultos, 1994, p. 13.

4 Chez Checo, José y R. Peralta. Religión, sociedad, y política en Fernando Arturo de Meriño. Santo Domingo, Amigo del Hogar, 1979, p. 77.

5 William, James. Ob. cit., p. 36.

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