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Pobreza y corrupción van de la mano

Cada dólar que va al bolsillo de funcionarios o empresarios por corrupción es dinero que se quita de la boca de los más pobres. Hay una relación directa entre la una y la otra.

Muy cerca del aislado pueblo de Soloma, en el departamento de Huehutenango, al noroccidente de Guatemala, Pablo Diego procreó una familia numerosa. A finales del siglo pasado comprobó que sin estudios y un esfuerzo muy grande no podría sacar adelante a sus hijos y tuvo que abandonar la aldea y viajar a la metrópoli de este país centroamericano, para dedicarse a la humilde profesión de lustrar zapatos.

La falta de un sistema de educación y de oportunidades hizo que, con el paso de los años, sus hijos llegaran, uno a uno, a la gran capital, para dedicarse a la misma actividad. Pero ellos, jóvenes valientes y visionarios, decidieron que tenían que buscar una mejor oportunidad de vida. No encontraron otra opción que migrar hacia Estados Unidos, aun sabiendo los enormes riesgos que esa travesía implica. Cientos de personas mueren o desaparecen cada mes en el intento por alcanzar el llamado “sueño americano”.

Al día de hoy ellos han podido llevar consigo a sus hijos y familias completas –aunque uno fue deportado recientemente–, pues allá encontraron acceso a educación, tienen empleos bien remunerados, lo que les permite vivir mucho mejor que en Soloma y todavía disponen de dinero para enviar remesas para el viejo Pablo Diego, que ahora se dedica al cuidado de una pequeña plantación de maíz.

Guatemala es el país de Latinoamérica que tiene más personas viviendo por debajo de la línea de pobreza y en pobreza extrema.

Guatemala es el país de Latinoamérica que tiene más personas viviendo por debajo de la línea de pobreza y en pobreza extrema.ARCHIVO/LD

Eso sucede en Guatemala, el país que tiene más personas viviendo por debajo de la línea de pobreza y pobreza extrema en Latinoamérica. Curiosamente, desde que Transparencia Internacional creó el índice de percepción de corrupción para la región, este país se sitúa sin falta entre los peor calificados. Si se miden los esfuerzos gubernamentales anticorrupción, la calificación también es paupérrima.

Es decir que es evidente que hay una relación directa entre los niveles de corrupción y el desarrollo que alcanzan los países. No es difícil entender la fórmula: todo lo que se roban los corruptos y sus “socios”, deja de llegar a donde debiera ir. La desnutrición infantil se hace evidente, la falta de salud en las regiones de pobreza es desgarradora, la educación nunca está al alcance de todos y, mucho menos, con la calidad necesaria. Repasando algunas estadísticas del Banco Mundial, se puede ver que los países con mayor índice pobreza en Latinoamérica son Guatemala, Haití, Honduras, México, Colombia, Argentina, Venezuela, Ecuador y Perú.

Ahora veamos la otra cara de la moneda, la de la corrupción. Estos son los países señalados de menor transparencia y con gran corruptela: Venezuela, Haití. Nicaragua, Honduras, Guatemala, Bolivia, México, Paraguay y República Dominicana. Cinco están en las dos listas, pero no se crea que los otros cuatro están lejos de aparecer en ambas.

Los expertos dan como explicación que la pobreza tiene muchas causas. No cabe duda, pero me temo que todas terminan relacionadas con la corrupción. Un ejemplo, ¿cuánto daño causó en la región toda la corrupción diseminada por Odebrecht? Llenó los bolsillos de gobernantes, altos funcionarios y congresistas, a cambio de que cada uno de los países perdiera recursos para mejorar su infraestructura y pudiera volverse más competitivo.

Aquél ha sido el caso de corrupción más sonado, pero cada país tiene sus propios escándalos y son constantes. Lo peor del caso es que debemos recordar que la corrupción es como un cáncer que, no solo se expande muy rápido, sino que al mismo tiempo crece como tumor y abarca a diferentes sectores de la sociedad, pero principalmente al cada vez más sucio mundillo de la política. Lo peor del caso es que las sociedades se están volviendo tolerantes a la corrupción. Termino con la frase de la cantante Joan Báez, quien dijo sabiamente: “Si no peleas por acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”.

El autor fue presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa