enfoque
La culpa es solo de Luis
La universalidad está adornada con una inmensa cantidad de historias que resumen proezas de exitosas jornadas protagonizadas por seres humanos excepcionales en cualquier rincón del mundo. Museos, murales, puentes, construcciones, farallones, bibliotecas, etc., son símbolos vivientes de relatos ocurridos en algún momento de la historia terrenal, que fueron escritos o construidos por personas que sobresalieron en sus especialidades.
Se da el caso de otros protagonistas que encontraron ya hechas obras y las destruyeron.
Naciones que se encaminaban al desarrollo y retrocedieron fruto de una mala conducción. Obras inspiradoras que perduraron siglos, rindiendo resultados satisfactorios, que de repente iniciaron su declive por una mala conducción, hasta lograr su desaparición.
Más de una vez, muchas veces, ha ocurrido que al frente de una tarea colectiva ha llegado un ser humano creído, con aura de semidiós, a quien a los demás poco les importan y, claro, al paso del tiempo viene lo predecible, lo previsto, el fracaso. Después de ello llega el lamento, lo irremediable, la lucha para en algún momento recomenzar de nuevo. Ese tiempo perdido nunca se recupera.
Por ello, cuando una nación, en lo legislativo y en el cumplimiento de sus leyes, supera las brumas de una campaña política para elegir a un mandatario que conduzca la casa pública por el periodo constitucional, el país político divide sus acciones en variados campos: unos salen a cumplir con la misión asignada tratando de interpretar los encargos del mandante, otros asumen sus tareas atentos a sus criterios personales, otros se ponen a la ofensiva cuestionando lo que se haga, lo que se deje de hacer y lo que, a su juicio, se debió hacer. En síntesis, así es el mundo político, uno de los oficios más incomprendidos que tocan al ser humano; nadie debe soñar con que se trata de algo fácil.
Por ello, los gobiernos pasan, fluyen, y su valoración, cuando encuentra un 50% de positividad, se considera aceptable por los calificadores más sensatos. Y es que los gobiernos tienen que lidiar con francotiradores que a cada acción le encuentran un “pero”.
El actual gobierno de Luis Abinader ha recibido un porcentaje positivo entre el 55% y el 59%, pero no falta quien se enfoque en el porcentaje restante, sin olvidarnos claramente de los roles a cumplir de todo servidor público, y no hay quien le saque una sola valoración generosa que recompense el exceso de horario, el esfuerzo por transparentarlo todo, el trato justo en contra de los que violan las reglas establecidas y los respetos que se guardan a quienes viven al acecho. Dando por normal la asechanza en la que viven algunos voceros de la oposición, hay que decir que haber mantenido un nivel de simpatía igual o superior al porcentaje de votación logrado en las elecciones del 2020 es una evidencia de que una buena parte del gobierno actual ha superado las expectativas de la población y ha hecho caso omiso de la jauría demostrada que vive haciendo sus disparos maledicentes desde cualquier escenario y cualquier ocasión.
Claro, hay que decir que algunos funcionarios han sido más eficaces que otros en el cumplimiento de su deber y otros llegaron al estado desprovistos de suficiente reconocimiento público y/o experiencia. Pero, pasado el tiempo, algunas personas vinculadas a la cercanía del presidente Abinader han capturado el foco público y merecen cada día una sobrevaloración que demás se percibe que ha contribuido a consolidar al gobierno en su generalidad. Son los casos, por ejemplo, de la Primera Dama y Vicepresidente del país. Hablo del buen tino del Presidente para seleccionar a las personas de su más cercana colaboración. Por un lado, Raquel Arbaje es, en resumen, amor, respeto, comprensión, solidaridad, desprendimiento, y tiene el mágico poder de entenderlo todo tras su simple presencia. Y por otro lado, la Vicepresidente Raquel Peña, que probablemente los capitalinos, los sureños, los orientales escasamente conocían antes de las elecciones del 2020, pero a partir de entonces cada día buena parte de la población acrecienta su reconocimiento por las virtudes que irradia esta mujer, y ahora se entiende mejor la razón por la que los santiagüeros, antes del 2020, la reconocían con diversos cargos representativos de varias instituciones del Cibao.
Pronto, Luis tiene que decidir si va o no en busca de la reelección, pero para decidir eso él tiene ahora definidas algunas soluciones que no tenía a mano en el 2020 cuando anunció a su compañera de boleta, Raquel Peña. Ya no aparecería nadie preguntando quién es ella; todos entenderían que escogió la mejor opción, la acompañante ideal, la que no hace ruido, la más leal, la más competente, el complemento adecuado. Y, por supuesto, a su lado, Raquel Arbaje, la inagotable, trabajadora, sociable, madre, amiga y esposa ideal, representando los verdaderos valores de los hogares de nuestra isla.
Cuando se piensa en el gobierno de una nación, uno se enfoca generalmente en la figura presidencial, pero hay gobiernos en los que, como el de República Dominicana, esa imagen la personifica una familia en la que buena parte de la población se siente representada. Cada gobierno que asume el Estado es un desafío permanente, pero desde mi óptica, esta búsqueda nos permitió encontrar un gobierno muy próximo al que todos merecemos.
Fíjense que superamos la pandemia del COVID-19 en tiempo récord, restablecimos el turismo a los niveles de 2019 y mejoramos; nuestra economía fue la que más creció en los años 2021 y 2022 en América Latina, y para diciembre del 2022 obtuvimos un incremento de más del 15% en la producción de pollos, huevos y arroz en 2 años. Además, se nos anuncia que para 2028 podríamos ser la tercera economía más sólida de Latinoamérica.
No sería ningún exceso pedir al dominicano sensato que, a la hora de votar en las elecciones pautadas para mediados del año 2024, una vez más lo hagamos mayoritariamente por Luis Abinader para continuar la senda recorrida, camino al bienestar colectivo, porque merecemos una nación en paz y que el progreso esté al alcance de todas y todos.