Me gustaría compartir un resumen de las fantásticas conversaciones en las cuales tengo el privilegio de ser parte. Es inexplicable la sensación de formar parte de un acompañamiento en un proceso de valoración, diagnóstico y seguimiento de un paciente, mis pacientes. Ese vínculo tan necesario que se crea con el tiempo, cuando pasa (porque no siempre ocurre) definitivamente ambas partes aprenden mutuamente.
Una de las mayores satisfacciones de los pacientes es cuando están abstinentes a las sustancias por las que un día decidieron pedir ayuda. Es un gran logro y lo viven con el orgullo de mirar atrás y ver el cambio. Es entonces, cuando en la cita para darle el alta terapéutica, le pregunto, ¿Por qué dejaste de consumir? Y se hace el silencio, respiración profunda y una afirmación con la cabeza de aprobación por parte del paciente. Las respuestas son tan distintas en función de cada circunstancia, pero la línea es: “pues no lo sé, así como empecé un día, paré, perdí todo y toqué fondo”.
Son tantos los factores a tener en cuenta, que no solo basta con un buen acompañamiento terapéutico, farmacológico, etc. Ya que en algunos casos teniéndolo todo, no es suficiente.
No existen terapias mágicas, ni fármacos que nos resetean, ojalá, lo que sí está demostrado es que ofrecer ayuda sin estigmatizar tiene mucho valor y es fundamental para iniciar un tratamiento.
Nunca olvidaré una frase que me dijo un paciente: “Doctora, mi padre fue y es narcotraficante y mi madre ejerce la prostitución ¿Qué puede usted esperar de mí?”
Mi respuesta la reservo, pero solo puedo decir que le costó, pero actualmente continúa abstinente. Ya quedaron atrás esos años cuando fue un niño mula por el negocio familiar, lo ha superado en un entorno saludable.
Tenemos nuestro libre albedrío, pero el entorno sí que importa, sin embargo no impide elegir otro camino por nuestro bienestar, podemos crear otra historia, nuestra propia historia personal.