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Desarrollo, nacionalismo, financiamiento y producción

Héroes son quienes producen bienes y servicios en la República Dominicana: para el mercado interno y la exportación.

Constituyen uno de los pilares en los que pueden sostenerse y se sostienen la esperanza e ideal de desarrollo inclusivo, generación de riqueza y bienestar colectivo.

Industriosos que son, también, actores incipientes y abnegados. Bregan por consolidarse. Su promoción podría ser el objetivo esencial de las funciones social y pública: oportunidad, espacio y actividad urgentes para fomentar el desarrollo sobre bases tangibles, realistas.

Observemos que, según el Ministerio de Industria y Comercio y Mipymes (micm.gob.do), en el 2018 el tejido empresarial dominicano lo integraban, casi absolutamente, mipymes (98%) que acogían más que el 50% de nuestra ocupación laboral.

En el 2022, según la Tesorería de la Seguridad Social (tss.gov.do), empleaban al 37.49% (820,323) de los 2.19 millones ocupados por el sector formal de la economía. Entonces, a esta clasificación de negocios con menos de 150 empleados, se deben agregar los 2.58 millones de trabajadores que restarían de la masa laboral dominicana que al finalizar diciembre del referido 2022 el Banco Central de la República Dominicana (bancentral.gov.do) cifró en 4.77 millones.

Las mipymes, acogen, entonces, más que el 54% de esos empleados. Según la Dirección General de Contrataciones Públicas (dgcp.gob.do), en el 2018 aportaron el 38.5% a la formación del PIB, participación que en agosto, 2022, el Micm reportó sin varianza.

Estos datos podrían indicar una relación no contributiva entre el sistema impositivo nacional y los emprendedores acogidos a la informalidad, disyuntiva sin cuya solución será difícil pensar y articular los desarrollos e institucionalidades urgentes.

Bajo tal azar ovaría lo que podríamos designar “tendencia desnacionalizadora”, un resultado estructural que suprime el espacio y oportunidad legítimos favorables a la articulación de desarrollos desde la base social.

Yéndose los efectos de la Covid-19, notamos la necesidad de que, para acreditar nuestras opciones desarrollistas, se fortalezca esa corriente anti-disruptiva, partera de la posibilidad de alcanzar los objetivos nacionales, ilustrada por la cuenta corriente: como porcentaje del PIB, pasó de -1.7 en el 2020 —período pandémico— a -5.5% en la post pandemia o “nueva realidad”: +223.53%. Monto inferior en 85.27% al +10.19% que registró en 2019.

Vía económica para garantizar la sostenibilidad inmediata y a futuro de la balanza de pagos; para contener la hemorragia nacional. Aunque por doquier son los grandes capitales y empresas los agentes económicos que impulsan el desarrollo y determinan los niveles de bienestar que les caracterizan, la República Dominicana, en íntegro, sin fisuras ni divisiones baladíes motivadas por intereses espurios o exclusivos, está ante la oportunidad de robustecer vías eficaces de coercer la informalidad, sin obstrucciones impositivas, incentivando la formalización diversificada, como se hizo a favor del turismo, zonas francas y otras actividades económicas.

También ampliar el acceso al financiamiento a favor de las mipymes. Para esto se podría, quizás, establecer, en la próxima emisión de Facilidad de Liquidez Rápida (FLR), porcentajes del monto liberado para destinarse exclusivamente a empresas según los tamaños de su: a) capital; b) empleomanía y c) volumen de bienes exportables o sustituyentes de importaciones generados.

Para financiar el desarrollo, desde la realidad: la producción.