Gesta del 24 de abril y guerra patria
Parte I
Mi participación
En las elecciones del 20 de diciembre del 1962, fui electo diputado por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en la provincia de Puerto Plata. En mi condición de diputado participé junto con los demás colegas (74 diputados) en la elaboración de la Constitución proclamada el 29 de abril de 1963.
Desde antes y después de la juramentación del presidente Juan Bosch, la oposición encabezada por el Partido Unión Cívica y demás partidos que fueron derrotados en las elecciones desataron una campaña terrible llena de falsedades con fines conspirativos hasta lograr el derrocamiento del gobierno democrático y progresista del presidente Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963.
Desde el exilio en Puerto Rico, el presidente Bosch reorganiza el Partido Revolucionario Dominicano y designa como secretario general al señor Antonio Martínez Francisco, quien gozaba del reconocimiento y respeto de la clase empresarial y sobre todo de la embajada americana.
Paralelamente y de manera muy discreta el presidente Bosch escogió al Dr. Rafael Molina Ureña, ex presidente de la Cámara de Diputados, como encargado político de hacer contacto con los militares para el derrocamiento del triunvirato.
En los primeros meses del año 1964 el PRD organizó una gran huelga que paralizó por una semana la ciudad de Santo Domingo y gran parte del país. Al cuarto día, el Dr. Molina Ureña me llamó y me dijo que fuera a Puerto Rico a comunicarle al presidente Bosch que los militares no aparecieron para el derrocamiento del triunvirato. De inmediato viajé a Puerto Rico y mi hermana Ana Elisa y su esposo, Jacobo Majluta, me llevaron donde el presidente Bosch y transmití el mensaje del Dr. Molina Ureña.
El presidente Bosch me dijo que esperara y que él se pondría en contacto con el coronel Rafael Fernández Domínguez. Al día siguiente, bien temprano en su casa, me entregó una carta dirigida al coronel Hernando Ramírez. Me dijo que para poder entregársela tenía que buscar en La Vega al ex senador Gómez Estrella (Pitita), que era muy amigo de toda la familia de Rafael Fernández Domínguez y del coronel Hernando Ramírez.
Inmediatamente regresé llamé a Gómez Estrella (Pitita) y me trasladé a La Vega para informarle las instrucciones del presidente Bosch personalmente. De inmediato regresamos a Santo Domingo a la casa del coronel Hernando Ramírez en el ensanche Naco.
Cuando llegamos le entregué la carta personalmente y después de haberla leído, el coronel nos expresó que quería entrevistarse con el general Chaguito Echavarría. Esa misma noche localizamos al ingeniero Virgilio Echavarría, hermano del general, y al día siguiente nos reunimos en un apartamento de un familiar de Gómez Estrella (Pitita) ubicado en la calle Arzobispo Portes. El coronel llegó con un bulto en la mano, se cambió de ropa y junto con Virgilio de conductor en mi carro fueron a ver al general Chaguito Echeverría.
Cuando regresaron, el coronel me pidió que le informara a Molina Ureña que se juntarían posteriormente. A partir de ese día, se comenzó a organizar la estructura de los militares constitucionalistas dirigidos desde el exilio por el glorioso coronel Rafael Fernández Domínguez hasta la culminación de la gesta gloriosa del 24 de abril de 1965.
El 24 de abril de 1965 el capitán Peña Tavera, bajo las órdenes del coronel Hernando Ramírez, apresó al jefe del ejército, Marco Rivera Cuesta, en el campamento 16 de Agosto y cuando Peña Gómez dio esas noticias en todo el país el pueblo salió a las calles con júbilo apoyando a los militares constitucionalistas y pidiendo el regreso del presidente Bosch.
Al mediodía del 25 de abril me trasladé a Santo Domingo junto con mi hermano Fernando, quien también se encontraba participando en la lucha por el retorno de la constitucionalidad y el regreso de Juan Bosch. Al llegar, de inmediato nos fuimos a la juramentación de Molina Ureña en el Palacio Nacional. Cuando arribamos nos enteramos que habían ametrallado el Palacio y que había resistencia de los militares de San Isidro, quienes querían imponer una junta y hacer elecciones, pero la valentía del coronel Hernando Ramírez se impuso y apoyó que Molina Ureña fuera juramentado como presidente provisional.
El 26 de abril volví a la casa de don Antonio Martínez Francisco, secretario general del PRD, y le sugerí a don Antonio Guzmán Fernández (que llegó a ser presidente de la República en 1978), allí presente, que elaboráramos una lista de los dirigentes del PRD en todas las provincias para llevársela a Molina con el fin de que los nombrara gobernadores como una forma de dar funcionamiento al gobierno.
Terminada la lista, fui al Palacio Nacional junto a un hermano de don Antonio Guzmán Fernández, de apodo Nonón Guzmán, capitán médico de la Fuerza Aérea en San Isidro, y se la entregamos a Molina Ureña. Estando allá nos encontramos con Molina en el segundo piso y ahí vi al contralmirante Lajara Burgos, don Homero Hernández y un señor apellido Espaillat con un fusil en la mano. Cuando le entregamos la carta llegó un guardia corriendo a decirle al presidente que un alto militar lo estaba llamando por lo que tuvimos que bajar a la central del Palacio que estaba en el sótano. Encontrándonos allá, la Marina de Guerra desde altamar disparó varias veces al Palacio Nacional.
Ya se notaba el malestar militar porque había menos militares constitucionalistas que el día anterior apoyando a Molina Ureña producto de las gestiones de la embajada americana. Molina tenía dos días sin dormir, 24 y 25 de abril.
Cuando salimos del Palacio, Nonón Guzmán y yo fuimos a la casa de don Máximo Lovatón y doña Zaida Ginebra, donde se encontraban muchos dirigentes del PRD. Recuerdo que esa tarde llegó José Francisco Peña Gómez en un carro público, dijo haber llamado a un amigo que tenía en la embajada americana, de nombre Mogam, para preguntarle de la situación y éste le expresó que estaban comentando que él era el culpable de esa situación, por lo tanto, había tomado la decisión de exiliarse, según nos expresó. Esa tarde Manolo Bordas, Luis Lembert Peguero y el suscrito bajamos al Parque independencia que estaba lleno de civiles y un grupo de militares.
Al día siguiente, 27 de abril, Manolo se juntó con unos militares y nos dijo que iba con ellos a juntarse con Caamaño porque Hernando Ramírez se había enfermado y el presidente Molina Ureña había designado a Caamaño como jefe militar. Esa misma mañana el alto mando civil y militar constitucionalista se encontraba en la embajada americana y Caamaño se dirigió allá, pero se marchó al puente Duarte para dirigir a los militares constitucionalistas en la batalla contra las tropas de San Isidro que querían penetrar a la ciudad de Santo Domingo. En el puente Duarte hubo una gran batalla que duró muchas horas y que culminó con la derrota de las tropas de San Isidro, las cuales tuvieron que devolverse a su base.
El 28 de abril comenzaron a llegar las tropas americanas que desde temprano habían sido solicitadas mediante carta por los jefes militares del bando contrario. Como pretexto para justificar su invasión, los americanos dijeron que vinieron a salvar las vidas de sus ciudadanos y que, supuestamente, el gobierno estaba siendo dirigido por comunistas. Incluso, desde sus aviones tiraban volantes con el slogan “abajo el comunismo”. Hasta llegaron al absurdo de decir que Che Guevara se encontraba en el país apoyándonos. Esta propaganda falsa influyó en que muchos de los militares constitucionalistas se separaran del combate y se marcharan a sus casas o cuarteles.
Sin embargo, la realidad es que en ningún momento el gobierno constitucionalista fue dominado por comunistas. El coronel Caamaño siempre tuvo sus militares, los hombres Rana y los comandos bajo sus órdenes. La fuerza de San Isidro, apoyada por los americanos, hizo la Operación Limpieza en la parte alta de la ciudad donde mataron a muchos civiles y militares.
Caamaño instaló su jefatura en la calle Pina, esquina Canela, y desde ahí dirigió a los militares constitucionalistas en la lucha contra los invasores y los militares de San Isidro. Frente al asilamiento del gobierno de Molina Ureña, Juan Bosch le sugirió al Congreso proclamar a Caamaño como presidente. El Congreso se reunió el 3 de mayo de 1965, restableció la constitución de 1963 y proclamó a Caamaño como presidente constitucional.
Antes de la proclamación de Caamaño, doña Zaida Ginebra me mandó a buscar para decirme que Juan Bosch le dijo que me pidiera sacar al coronel Hernando Ramírez, quien se encontraba asilado en la embajada de Ecuador en la calle Pasteur, cerca del Teatro Elite. Entonces llamé a la esposa de Hernando Ramírez para que le informara al embajador que el médico de su esposo iba a visitarlo y así lo hizo. Acto seguido, me puse mi bata de médico y me dirigí a la embajada de Ecuador junto a Maximito Lovatón, quien me acompañó hasta sus proximidades.
Al llegar a la embajada, me encuentro con el embajador que me estaba esperando. Al entrar, había mucha gente y pude identificar a don Fabio Herrera y al ingeniero Virgilio Echavarría, entre otros. Vi a Hernando Ramírez y el embajador se puso a una distancia prudente para que pudiera hacer mi trabajo. Procedí a examinar a Hernando Ramírez y encontré que tenía ictericia producto de la hepatitis. Le di el mensaje de Juan Bosch y le informé que lo llevaría a una clínica. “Saldré junto con el coronel Sosa Leiba y me pondré en contacto con Caamaño”, me comentó.
Siempre estuve en el grupo del coronel Manolo Bordas, veterano de la segunda guerra mundial, que se instaló en la tercera planta de un edificio en el Conde. Con el pasar de los días se integró Molina Ureña y se alojó en el edifico de CODOIMPA en el Conde y arriba estaba el héroe Peña Taveras. Por su parte, Peña Gómez se instaló en la segunda planta del teatro Santomé junto a Brinio Díaz. Ya instalado en el edificio Copello, Caamaño hizo que los combatientes de la parte alta bajaran a la zona colonial donde se formaron los distintos comandos de apoyo a su gobierno.
A finales de mayo visité a Molina Ureña junto a un amigo y, por coincidencia, me topé con una reunión que estaba sosteniendo con los dirigentes reformistas: Leopoldo Pérez Sánchez, Manolín Jiménez, Mota Contín y Leopoldo Espaillat Nanita (Polín) del PRD. Me hicieron pasar y escuché a Molina solicitarles que convencieran a Balaguer de apoyar a Caamaño y de que hicieran un llamado apoyándolo. Al salir, le comenté a mi amigo José Clisante que Molina estaba cometiendo un error al estar haciendo reuniones, aunque fueran de apoyo, porque se podían mal interpretar. Al día siguiente, me convocó el Congreso a una reunión con Caamaño en el edificio Copello a las once de la mañana. En dicha reunión se presentó Caamaño con el ministro de la presidencia, Héctor Aristy.
Héctor Aristy dirigió la reunión y nos dijo que el motivo de la convocatoria era informarnos que habían arrestado a Molina Ureña y dado por cárcel su domicilio para protegerlo y así evitar que los revolucionarios le hicieran daño porque estaba sosteniendo reuniones con los enemigos del gobierno. Incluso, hubo diputados presentes en esa reunión, dijo. Después que terminó su intervención pedí la palabra, “estuve en esa reunión por coincidencia, pero no es cierto que Molina estuviera conspirando, todo lo contrario, estaba motivando al grupo de balagueristas para que apoyaran el gobierno constitucionalista de Caamaño,” dije. Les expliqué que, inclusive, al salir de allá le comenté a mi amigo que era un error sostener esas reuniones porque se podían malinterpretar, como estaba sucediendo en ese momento. Caamaño no habló y se terminó la reunión.
Al salir, iba junto a Caamaño y llegó Peña Gómez a solicitarle que soltara a su amigo Mota Contín quien había sido apresado por haber participado en dicha reunión con Molina Ureña. Entonces Caamaño le ordenó al coronel Marte Hernández que fuera junto con Peña Gómez al Palacio de Justicia para que le entregaran a su amigo. Peña Gómez me solicitó que lo transportara en mi carro y así lo hice. Llegamos al Palacio de Justicia y allá estaba Mota Contín junto con Polín Espaillat, quien estuvo casado con una sobrina de Molina y era perredista.
Al vernos, Polín se entusiasmó ¡pero qué frustración tuvo al darse cuenta que no estábamos ahí por él! Nunca le perdonó a Caamaño que lo hicieran preso y a Peña Gómez que nunca gestionó su libertad.
Polín fue enemigo de Caamaño hasta sus últimos días sin saber que no fue él quien ordenó su arresto y el del grupo de balagueristas sino, mas bien, Héctor Aristy, el ministro con más poder dentro del gobierno de Caamaño.