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Las remesas desde USA en la economía resiliente

La economía global empezó a desacelerar en enero 2018, a mediados de la administración del Presidente estadounidense Donald Trump, a causa de la Guerra Comercial China-Estados Unidos. Esta redujo las facilidades impositivas a la circulación en el mercado norteamericano de bienes y servicios procedentes y manufacturados en el Gigante Asiático. Inversamente, generó restricciones similares a los “Made in USA” en la nación asiática.

Esa guerra engendró en causales económicas: el creciente déficit comercial estadounidense frente a China, generado por la política de vista gorda ante la situación derivada de la necesidad geopolítica de hacer colapsar la alianza chino-soviética y la negativa china a importar más desde USA.

En 2018, el precio por tal servicio chino le pareció oneroso a Trump: la balanza comercial estadounidense con China fue deficitaria en US$419 mil millones: 40.82% del total negativo de esa balanza de pagos, el más alto desde 2008, según reportó EFE.

Esa guerra generó un desabastecimiento de bienes procedentes de China en los mercados estadounidenses y regionales a donde se re-exportaban esas mercaderías.

Cuando la pandemia de la Covid-19 arribó 1.25 años después, la situación sólo agravó, por el obligado cierre de producción y fronteras (lockdown) impuestos como medidas de control sanitario nacionales jamás vistas, restringiendo significativamente la producción y el comercio internacionales.

A esa crisis se agregó la guerra ruso-ucraniana, afectando el precio del bien más consumido en el mundo para producir energía y mantener las operaciones e industrias: el petróleo y sus derivados.

Sin excepción, todos los países del globo sufrieron las consecuencias, dadas como ralentización económica y cifradas en el desplome del crecimiento mundial (PIB) del 2019 hasta 2.84%, el más bajo desde 2010, cuando fue +5.43%. Sin embargo, interanual 2018-2019, el crecimiento mundial perdió 0.91%. Así, cuando en el 2020 se entretejieron las referidas causas, el PIB cayó -3.2%, duplicando y algo más su pérdida registrada en once años, del 2008 al 2019. Entonces pasó de +49.56% a -112.67%.

En ese entorno de crisis y retador, la economía dominicana ha continuado exhibiendo una poderosa resiliencia. Ha importado, de la fortaleza económica estadounidense, un singular estímulo para sostenerse: el creciente flujo de remesas procedentes de ese país.

Según el más reciente comunicado del Banco Central de la República Dominicana (BanCentral), ampliamente difundido por los medios, el pasado mayo cerró con US$881.1 millones recibidos en remesas: +3.5% que las de igual mes del 2022, arrojando un crecimiento de +2.9% en los cinco meses del año porque los flujos pasaron de US$4,057.2 millones en igual período del 2022 a US$4,173.5 en el 2023.

El persistente incremento del empleo en Estados Unidos, cuya caída de mayo en la actividad agrícola no impactó las zonas urbanas donde laboran nuestros nacionales residentes en ese país, continúa haciendo posible este resultado ya que de EEUU procedió el 85.4% del flujo formal de remesas, equivalente a US$679.3 millones porque el empleo de los hispanos creció allí +4.4% en mayo.

Junto a la baja de la inflación mensual hasta -0.2% en mayo y los estímulos monetarios por RD$94,000 millones emitidos recientemente por el BanCentral hay razones para afirmar que continuamos productivos y resilientes.