Antes que sea muy tarde

Desde los orígenes de la humanidad, la exposición al peligro de crecidas de ríos por precipitaciones masivas ha dejado sus huellas, las civilizaciones se han desarrollado a orillas de afluentes de agua dulce, pero el Caribe, espacio del que somos parte, tiene un riesgo especial.

Llega junio y con el nuevo mes una tortura se asoma como cada año, es la época del terror, la temporada de huracanes entra sin pedir permiso, y menos perdón. Todos los años las noticias son las mismas, deslizamientos de tierra, crecidas de ríos, desplome de viviendas y la pregunta es casi automática ¿qué estamos haciendo?

Urge que los partidos políticos, empresarios y sociedad en general separen sus diferencias y definan cómo abordar la gestión de riesgo en nuestro país, mitigar los desastres depende en gran medida de una política de estado que inicie en la prevención y concluya en la rápida respuesta ante los embates de la naturaleza.

No tenemos cómo evitar el desborde de un río, pero sí podemos crear mecanismos para impedir que ese sea el hábitat de nuestros compatriotas. Por lo que urge un plan a largo plazo que incluya el desplazamiento real de personas en peligro habitacional, donde indistintamente del gobernante que esté al frente, se garantice la realización de proyectos y la vigilancia de esos territorios para que no sean habitados nueva vez.

Ya hay un precedente con el proyecto Nuevo Domingo Savio a orillas del Río Ozama de un proyecto que es realizado y no revertido por la misma gente como ocurre casi siempre. El control del territorio por parte del Estado es necesario para la no regresión de cualquier avance logrado en ese proceso.

Tenemos las zonas de riesgo identificadas, tenemos una realidad inevitable, tenemos los recursos, aunque tome tiempo, pues visto lo enumerado antes tenemos una gran oportunidad de cambiar las muertes de cada año por el éxito de un proyecto de nación del que todos somos parte, especialmente a tiempo, antes que sea muy tarde.

El autor es periodista.

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