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¿Es posible salvar la educación dominicana?

Un hombre es lo que la educación, o la falta de esta, ha hecho de él…(Kant).

Iniciaré por recordar que hace mucho tiempo Johann Herbart (1776-1841) propuso elevar la pedagogía al rango científico. La pedagogía, ahora con el soporte tecnológico y las deslumbrantes herramientas que aportan las neurociencias, conforma la mayor pradera técnica de la historia para la compresión del mundo y sus complejidades. Obviamente, en la República Dominicana esta sigue siendo un oficio que se debate entre el artificio sindical y el oportunismo político.

En el artículo pasado nos referimos al estudio ERCE (2019-20), relativo al desempeño de los niños y niñas del tercero y sexto grados de primaria, con edades entre los 9 y 12 años. Al repasar las estadísticas de cada renglón auscultamos, siete años después, los resultados pioneros de “los hijos de la generación 4%.” En fin, se trata de una lectura crítica para un presente que desorienta y nos apabulla.

Ahora, sin pretender ser machacón o demasiado punzante, abordamos, a manera de resumen, los datos extraídos del estudio más reciente que realizó el Ministerio de Educación entre los meses de Mayo y Junio del 2022. La prueba, denominada Evaluación Diagnóstica Nacional (EDN), en palabras del mismísimo ministro de Educación, “evidenció el estancamiento o retroceso en el nivel de conocimiento que tienen los estudiantes de la educación preuniversitaria”, particularmente en las áreas básicas de matemáticas y lenguaje.

De unos 6,279 estudiantes evaluados en matemáticas, únicamente el 0.7% sobrevivió al rango de aprendizaje satisfactorio, un claro retroceso con relación al estudio similar del año 2018, cuando fue de un 4.1%. Asimismo, se observó que un 64.7% logró dominar con dificultad los conocimientos elementales, frente a un 34.6% que se inscribe en la lista del nivel aceptable. El estudio abarcó a los estudiantes de tercero y sexto de primaria y se extendió hasta los cursantes del tercero de secundaria.

No con poca razón el ministro Ángel Hernández describe el fenómeno con una sentencia amarga y concluyente: “La educación requiere de una cirugía a todos los niveles”.

Y no es para menos, si se entiende que estos resultados recientes también están vinculados a una evaluación idéntica que propició UNICEF (2019), donde comparaba el desempeño regional y en el que nuestro Nivel Mínimo de Desempeño (NMD) para tercero de primaria en lectura fue de un 27.1%, mientras que los mejores logros en matemáticas, con dificultad, alcanzaron un 19.8%. Estos guarismos contrastan bastante con las cifras regionales, porque fuimos superaros con un 55.8% y 52.3%, respectivamente, en las mismas áreas.

A la luz de estos parámetros demoledores existe un claro denominador común: nuestro atraso educativo es multidimensional. Ese mismo que nos lesiona y oscurece en todos los órdenes del comportamiento y la convivencia ciudadana.

Es por ello que, pese a la montaña de propuestas y sugerencias que rebrotan, como remedio emotivo, cada vez que un estudio educativo nos deja mal parados, hoy nos atrevemos a sugerir, sin meter más baza que la sana intención, un plexo de propuestas atrevidas, pequeñas, pero incómodas políticamente; encaminadas a superar nuestra medianoche educativa. Motivaciones estas que no son nuevas ni de nuestra autoría, en tanto que ya varios países con experiencias distintas y en regiones distantes, las han puesto en práctica con resonante éxito. Incluso naciones con modelos políticos y económicos diametralmente opuestos han obtenido idénticos resultados en su desempeño escolar. Desde el Sudeste Asiático hasta los Países Nórdicos. Desde Europa Oriental hasta dos o tres países de Suramérica.

En nuestro lado, voces bien intencionadas, propuestas pulidas y tesis de todo tamaño y proporción se anudan constantemente para recomendar la forma en que debemos enderezar el barco educativo del país que, para mal de todos, desde hace mucho tiempo, navega a la deriva y roto su timón.

¿Entonces, cabe preguntarnos, es posible salvar la educación dominicana? Nadie en su sano juicio negaría esta posibilidad.

Y, tomando en serio las palabras razonables del ministro Hernández, de “una cirugía en todos los niveles”, nos parece pertinente una adecuada evaluación (prequirúrgica) y abordar con certeza ética el agónico estado de la enseñanza-aprendizaje dominicana. Sin sonrojos ni sobresaltos, comencemos pues con esta terapia inicial, a saber:

1-Despolitización completa de la gerencia educativa. Que solo los más idóneos ocupen los puestos.

2-Convocar y acordar con todos los sectores del país un Pacto por la Salvación de la Educación Dominicana.

3-Sacar los negocios del MINERD. Toda compra y contratación estará en manos de un comité social y estatal de entidades ciudadanas reconocidas y respetadas.

4-Eliminar el clientelismo político del aparato educativo nacional.

5-Realizar dos auditorías anuales al ministerio.

6-Enviar a un número determinado de maestros a formarse en diferentes países exitosos, en las diferentes ramas del área.

7-Conformar un equipo multidisciplinario de académicos o intelectuales, de acompañamiento y asesoría.

8-Eleccion por consenso o por concurso del ministro de educación, de acuerdo con sus dotes, virtudes y competencias.

9-Revision y adecuación curricular, impostergable.

10-El Pacto se acordará a 20 años y se revisará cada 3 años.

Y que nadie insinúe que se trata una quimera caribeña-tropical, “porque de todos modos soñar no cuesta nada”. Ni mucho menos que alguien se atreva a sugerir “que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra” …