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Indignación

El país reaccionó indignado ante el abuso de una patrulla de la Dirección General de Migración (DGM) contra una inmigrante ilegal haitiana a la que apresaron junto a su bebé de una manera inadecuada. La imagen del infante, sostenido desesperadamente por su madre tras las rejas, fue horrenda y bochornosa. Las acciones de interdicción migratoria están reglamentadas por protocolos universales e internos los que, en aras de garantizar derechos universales, indican como y cuando proceder, incluso en casos cuando los ilegales estén acompañados de menores de edad. Reglas que fueron indolentemente obviadas por los agentes actuantes y que motivaron la rápida intervención del director de Migración, Venancio Alcántara, quien, luego de una rápida investigación de los hechos, procedió a la cancelación del empleado que debió evitar semejante e inhumado desacierto. Una sanción que manda un claro mensaje de que este tipo de actuaciones -aisladas- no cuentan con la aprobación del Gobierno. Pero, y aun dentro de lo lamentable del suceso, la desaprobación unánime reafirma que, y muy lejos de albergar los sentimientos racistas o xenófobos que algunos malintencionados nos endilgan, República Dominicana es una nación reiteradamente humana, sensible y solidaria con nuestros infortunados vecinos. Lo acontecido, y que sin dudas será utilizado y magnificado por los enemigos del país, no nos define como sociedad y por tanto no puede interferir las labores de repatriación que ha venido desarrollando la DGM bajo la tutela de Alcántara, sin dudas uno de los mejores funcionarios de la actual administración.

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