…y los premios, premios son...

No es malo concursar. Al éxito hay que probarlo, hacer gárgaras y luego escupirlo no vaya a ser que se atragante.

Según el tipo de concurso, será el tipo de obra a presentar. Y según el trasfondo del evento, también. Un certamen que integren jurados cercanos a los organizadores, es desechable. Por eso el nombre de los honorables ahora es secreto, pero complicado. No es necesario pensar mucho para descubrir cierto tufo cómplice. Hay eventos donde el premio no lo otorga el jurado, sino el auspiante, quien a veces abre los sobres cerrados para impedir un ganador que no sea de su agrado.

El gran problema de toda esta maroma es bucar el tipo de obra que no se debe distinguir. Una novela de aventuras jamás podrá sacar el rostro frente a parrafadas intelectuales hilvanadas al santo capricho de su autor. Por eso, antes de enviar, hay que pensar hasta en el tipo de pseudónimo que se utiliza.Todo tiene un precio o una dignidad.

La expasante Mariela Mejía siempre es distinguida en eventos de periodismo. Lo ha hecho frente a rivales que, ilusionados, envían historias incompletas, apremiados por el tiempo y limitaciones de espacio, o confiando en la sonoridad de sus nombres.

Las actuales generaciones de periodistas traen una nueva voz.

Las actuales generaciones de periodistas traen una nueva voz.

No creo que Mariela, a estas alturas de su desarrollo profesional, piense en los concursos, ni en ganar más premios de los que poseee. Tampoco necesita dinero porque pertenece a la estirpe que sabe pensar en la repercución social de sus historias y no en el producto mercurial que recibe por ellas. Es decir, sabe que lo más importante en la vida no es tener, sino tocar determinada llaga. Además, ha tenido la suerte de toparse con jurados serios que respetan la profesionalidad.

Aunque el dinero siempre hace falta, no es lo mismo cenar un huevo hervido que un pato a la parrilla.

Colecciono publicaciones donde se incluyen textos premiados por los expasantes del Listín. Algunos eventos, como el desaparecido “Periodismo Joven” de la Feria Internacional del Libro jamás imprimió los textos distinguidos. Solo les entregaban diplomas y estímulos económicos en efectivo.

Generaciones de periodistas traen una nueva voz.

Generaciones de periodistas traen una nueva voz.

Una impresora manual garantiza tiradas de cincuenta o cien copias de un texto no voluminoso. Está a la venta en Amazom a precio razonable. A la Editora Nacional le hubiera bastado adquirir una de esas para sus publicaciones menores. De prosperar esa iniciativa hoy disfrutaríamos de tomos con investigaciones periodísticas como la premiada de Coralis Orbe.

Lamentablemente, en nuestro país siempre hay un pero para toda iniciativa cultural.

En mis ratos libres, releo textos que incluyen la obra de los expasantes para descubrir sus aciertos y desenfados.

Leoncio Peralta junto a una generación de jóvenes expasantes del Listín Diario en Santiago..

Leoncio Peralta junto a una generación de jóvenes expasantes del Listín Diario en Santiago..

Gabriela Read, Mayra Pérez, Indhira Suero, Natali Faxas, Ángel García, Daniela Pujols, Elvira Hernández, Carolina Pichardo, Helenny Amparo, Ashely Ann Persinal, Shaddai Eves, Yadimir Crespo y Carmen Guzmán son solo mis satisfacciones personales. Pero hay muchas más. Nunca he sido jurado de periodismo.Creo que nadie se arriesgaría en convocar a un emigrante librepensador para esos fines. Sin embargo, pienso que los honorables encargados en distinguir determinadas historias convocadas por organismos especializados, disfrutaban los textos juveniles presentados.

Durante el siglo XX no abundaban eventos nacionales de esa índole, y los periodistas entonces tenían que golpearse entre sí para sacar adelante importantes publicaciones, conservadas hoy en el Archivo General de la Nación (AGN) como documentos de referencia que pocos consultan. Reinaba el periodismo de combate social. Pero hoy corren otros tiempos.

Los premios de periodismo contrastan. No es digno enfrentarlos como especímenes sacrosantos porque el contexto de cada uno es diferente aunque traten temas innovadores. Hoy se busca un ángulo distinto para no repetir denuncias de antaño.

Los temas parecen los mismos, aunque no lo sean. Se desechan las formas carentes de vigencia y se aportan elementos novedosos que enriquecen la mirada ante realidades y desafíos propias de un tiempo distinto. Una prosa creativa se despliega en reportajes y entrevistas.

Soy enemigo de los contrastes, pero si ayer las firmas valiosas enriquecieron el periodismo del siglo XX, sus autores no nacieron por generación expontánea. El siglo XIX no solo fue testigo de los orígenes de la prensa dominicana, sino de grandes nombres que la prestigiaron, muchos de ellos sin titulación.

El presente ofrece nuevas oportunidades para saber quién es o quién fue.

No soy nadie para reclamar un rincón en los altares de la fama para los jóvenes periodistas de hoy. Sin embargo, pido respeto para autoras y autores que han dejado tripa y corazón con sus obras, aunque algunos no inclinen como deben la frente ante ellos. No saben que la juventud está ampliando lo que nosotros dejaron a medias.

Vivimos en una sociedad machista donde los hombres asesinan o golpean a sus parejas a mansalva porque se creen dueños de ellas, entre otros traumas. Y en ese contexto, el periodismo ha quedado en buenas manos, sobre todo femeninas. Ellas no solo son mejores que nosotros, sino más disciplinadas y rigurosas, y también menos sumisas, corruptas y ególatras.

El humano es un ser adicto a la contradicción. En su evolución intelectual cambia de ideas como la serpiente lo hace de piel. Un premio no habla de la calidad de una obra frente a otra, sino del gusto o no de un jurado ante una historia determinada que en pocos años pasará al olvido. Pero la distinción es una referencia. Hoy los premios en periodismo se han multiplicado en busca de cerebros que aporten soluciones a los conflictos sociales que sobreviven y carecen de voluntad oficial para cambiarlos.

Ayer, lo que hoy conocemos como periodismo de soluciones era una compuerta atascada por una explosión inexplicable. El tiempo pasará la cuenta a los ilusos que pensaron que para llegar al cielo solo era posible colocar en la frente una estrella imaginaria. Y los concursos nada tienen que ver con ello. Ganemos o perdamos. Siempre habrá una historia mejor. Distinta y más completa.

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