MIRANDO POR EL RETROVISOR

El inaplazable “cariñito” para la educación

La película “Al maestro, con cariño” nos presenta la historia de un afroamericano que como educador debe lidiar con un grupo de alumnos irrespetuosos, indisciplinados y sin el más mínimo interés de formarse adecuadamente.

En el filme, estrenado el 29 de octubre de 1967, el actor Sidney Poiter personifica al maestro Mark Thackeray, quien enfrenta la realidad social e interracial en una escuela pública de un barrio de clase baja, en Londres, Reino Unido.

La película es una excelente reflexión de como el contexto social y familiar termina reflejándose en los centros educativos. Thackeray no solo vivió el rechazo de sus discentes, sino también la apatía de las autoridades que nada hacían para cambiar el derrotero de la comunidad educativa.

Pero también muestra como el maestro utilizó nuevas herramientas, algunas incluso no convencionales, para lograr un real cambio en la actitud de sus alumnos, desde el punto de vista educativo y como entes sociales.

Lo que expone el filme es muy parecido a lo que ocurre en el sistema educativo dominicano, puesto en evidencia con todas sus aristas la semana pasada por quienes están llamados a dignificar el proceso enseñanza-aprendizaje en el país y convertirlo en un ejemplo para el mundo.

El país fue testigo de cómo tres de los principales actores del sistema educativo –presidente de la República, ministro de Educación y el gremio magisterial- demostraron conocer al dedillo las principales falencias que mantienen rezagado y sin perspectiva de cambios al sistema educativo dominicano.

El ministro de Educación, Ángel Hernández, al juzgar los hallazgos de la “Evaluación Diagnóstica Nacional 2022”, aplicada por esa cartera a estudiantes de tercero y sexto grado de primaria, así como de tercero de secundaria, declaró que la educación dominicana está estancada en todos los niveles y le agregó la lapidaria sentencia de que los alumnos del país “no aprenden ni siquiera lo básico”.

Claro, se tomó un buen tiempo también para identificar a los responsables y –sin hacer un mea culpa- enfiló los cañones contra los profesores y los padres por su falta de compromiso con la educación de sus hijos.

Al día siguiente de la presentación de esa investigación y de los desalentadores pronunciamientos del ministro Hernández, el presidente Luis Abinader, también en alusión a la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), llamó a erradicar la política de la educación.

Pero resulta que son los partidos –incluido el Revolucionario Moderno (PRM) que el mandatario controla- los que meten la política en gremios como la ADP y el Colegio Médico Dominicano (CMD) para controlarlos. Los gobiernos porque las huelgas que propician dañan su imagen y los opositores porque los usan como instrumento para su posicionamiento electoral.

Y así la política ha terminado metida hasta los tuétanos en sectores tan vitales para el desarrollo de un país, como la educación y la salud.

El presidente Abinader prácticamente desmintió a su ministro al alegar que como país no hemos experimentado un retroceso en la educación y como una especie de consuelo expuso que simplemente “estamos iguales”, aunque el diagnóstico divulgado por la cartera educativa plantea todo lo contrario.

Y la tercera intervención de la semana fue de la ADP. Además de presentar su propio informe para rebatir el de Educación, el gremio magisterial se centró en culpar al gobierno y al Ministerio de todos los males en el sistema.

La ADP obvia su compromiso con el rescate de la vocación para que los “profesores” del país vuelvan a ser esos “maestros” como Mark Thackeray, quien en esa escuela de un barrio pobre de Londres dejó una huella inolvidable en sus alumnos.

Los profesores son entes de cambios y, no solo en el plano educativo, sino también preparando a sus pupilos para enfrentarse al mundo cada día más complicado y retador que existe más allá de las aulas.

En lo que sí estamos de acuerdo con el presidente Abinader es que, encauzar la educación dominicana, es una responsabilidad compartida que amerita de la participación del gobierno, autoridades educativas, padres, directores de escuelas y colegios, docentes, empresarios y del propio alumnado, este último siempre el más olvidado, el menos escuchado y que al final resulta ser el más perjudicado con tantos años de estancamiento y retroceso.

Como ya se conocen los males del sistema educativo y la culpa compartida, no más comisiones investigadoras ni estudios para sumar otras expresiones apocalípticas a una realidad que debe avergonzarnos como nación.

Démosle al sistema educativo nacional, tan vapuleado por décadas de apatía y excusas, ese regalo que ya no admite más plazos ni demoras.

Y como los estudiantes de esa escuela de un barrio pobre de Londres, cuando concreticemos ese “real cambio” podríamos como país también proclamar: Al presidente de la República, a la ADP y al Ministerio de Educación, “con cariñito”.

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