Nunca imaginé conocerme tanto en pleno proceso de sufrimiento, pensé que ya me conocía, que sabia todas mis reacciones ante todas las circunstancias, incluso en la resignación de ver la llegada de la tan inesperada e inminente muerte, pero que va, aquello fue solo el inicio de mi autoconocimiento.
Por suerte eso tiene la soledad, el silencio, que nos arrebata esa percepción tan equivocada de nosotros mismos, nos lleva a límites inimaginables, con la única finalidad de aprender, aceptar y agradecer.
Lo hermoso de este proceso silencioso es que sentimos lo que somos, renunciando a aquello que un dia alguien en su atrevimiento de su libre albedrío nos dijo, nos tacho, nos puso una etiqueta y que nos creímos, lo tatuamos en nuestra consciencia, que error, ya que solo somos aquello que permitimos, lo que queremos ser y nunca lo que el resto nos catapulta.
Pero, un día que pasa son miles de lágrimas menos, que vale la pena pasar y que algún día, no muy lejano, quedará en el olvido.
Es parte del proceso de crecimiento y ante todo gratitud, si no, no avanzamos.