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El falso dilema: Lo técnico versus lo político

La gestión del Estado es la administración de los anhelos y los ideales de un país. Pero al mismo tiempo, el Estado es una inmensa maquinaria con requerimientos de alta sofisticación técnica; requiere negociación, cooperación, y también el dominio de disciplinas científicas. Esta dicotomía hace que dirigir el Estado sea malinterpretado como una contradicción entre las necesarias aspiraciones sociales y los requerimientos técnicos y su correcta aplicación. La capacidad de comprender y accionar en estas dos dimensiones define a un estadista.

Lo anterior queda demostrado en innumerables hitos de las naciones y sus avances históricos. Por ejemplo, el Proyecto Manhattan en Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, técnicos de varios países, científicos físicos y de otras disciplinas recluidos y trabajando con un fin: desarrollar el átomo como arma de guerra. Del otro, un Gobierno supervisado por sus más altas esferas militares y políticas, determinando posibles usos de estas tecnologías, sin considerar las aspiraciones de esos mismos técnicos que las desarrollaban.

Podemos mencionar ejemplos de este tipo como constantes a través de la historia. Ya sea el uso dado a invenciones y desarrollos por gobiernos, las teorías económicas del capitalismo, templadas por políticas sociales que la contradicen, es decir, países que adoptan las leyes de libre mercado son los mismos que proporcionan las mejores coberturas de seguridad social, en un ambiente propio de los ideales del socialismo. Queda de nuevo manifestada la destreza técnica en cooperación con las habilidades políticas, y así debe ser.

Los movimientos sociales tienden a ser el matrimonio entre el empuje individual y la decisión colectiva. Esto, también, ha sido puesto en escena en la historia de nuestra media isla, quizás como nunca, en el gobierno actual del presidente Luis Abinader.

El presidente Luis Abinader en un reciente acto.

El presidente Luis Abinader en un reciente acto.

Este Gobierno, el del cambio, se ha esforzado en aportar capacidad técnica en áreas neurálgicas del quehacer nacional. Hablo de la política económica y su rigurosa planificación, de las evidentes políticas de la persecución de la corrupción, de la claridad y precisión en contrataciones y compras públicas, de la relevancia de nuestras relacionales internacionales, y de la política medioambiental, para mencionar solo algunas.

El Gobierno, dirigido por un político profesional, formado en las luchas propias de la competencia por el poder, ha tenido el capital político para defender este giro al tecnicismo y a la transparencia, y, esto, todos los dominicanos que aspiramos a una sociedad más justa, lo debemos reconocer e incentivar, lo que no debemos permitir es la descalificación de un concepto por el otro, como si fueran excluyentes. Un debate ficticio que promueve la tendencia de que unos se consideren superiores a los otros, obviando así, la profunda necesidad de colaboración entre la pericia técnica y la legitimidad política. Así como la primera puede ser difícil de explicar, y ser considerada fría e innecesaria, de esa misma manera, la segunda puede ser usada por los corruptos de siempre para escudar privilegios que en nada ayudan el avance de un colectivo.

El camino del éxito siempre ha sido el bíblico de dar al César lo que es del César. La política tiene su espacio y jerarquía, y es donde deben producirse los acuerdos, las sutilezas de gobernar. La política es la responsable del reclutamiento social y la labor para que los dictámenes técnicos sean asimilados sin sobresaltos; sin divisiones que tienden a dar pie a peligrosos malestares sociales.

Los gobiernos de bien necesitan líderes capaces de ser traductores entre lo técnico y lo político, además de producir cambios que empoderen a los representantes técnicos. Luis Abinader dirige de manera firme y colaborativa, técnica y política, sin ser un mesías bajado del cielo con actitudes divinas, es un hombre de equipo que ostenta un liderazgo surgido y sustentado de un acompañamiento político, que, en vez de soslayarlo, debemos entenderlo y protegerlo. Para ello es necesario que líderes sectoriales participen de los cambios técnicos, pero, también, que sean prudentes y respetuosos del quehacer político.

Sin sustento técnico la política puede ser tormentosa, y sin legitimidad política, el tecnicismo puede ser cruel. Por esa razón, la empatía y la cortesía son esenciales en las tareas de gobierno. En Dios confiamos para seguir transformando nuestra media isla sin perder de vista jamás: que lo cortés no disminuye lo valiente.