Desde mi pluma
A 62 años del tirano
Tal parece que los dictadores nunca mueren, viven en la memoria de todo aquel que fue testigo de su régimen y luego irrumpen en el pensamiento de las generaciones más jóvenes con todas las leyendas tejidas alrededor de su figura.
Por ejemplo, a más de seis décadas del ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo, todo lo que tiene que ver con el tirano sigue concitando la atención de la gente. Y no es de extrañar, debido a lo que significó para República Dominicana esos 31 años de dictadura.
No me atrevería a decir que estas expresiones corresponden en sí a una ideología trujillista, pero simplemente es imposible pasar desapercibido como cada año, al acercarse otro aniversario de su muerte, muchos claman porque “venga otro como Trujillo”, especialmente cuando eso significaría renunciar a la democracia y la libertad que tanta sangre y sacrificio le costó a República Dominicana recuperar.
¿Tan mala percepción tiene ese grupo de los últimos gobernantes como para considerar que un ser humano tan déspota y maquiavélico como Trujillo haría un mejor trabajo? ¿Por qué preferían perder su derecho a elegir y a expresarse por estar “bajo una mano dura”?
El asunto es más grave y profunda de lo que parece No creo exista una respuesta positiva a ninguna de las dos interrogantes.