Cuando se apagó el jacho

A propósito de la partida del Dr. Virgilio Bello Rosa, una figura prominente que aún permanecía en el minúsculo Partido Revolucionario Dominicano, otrora Procurador General de la República, fue profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y sobre todo, una de las reservas que conservábamos como icono de autoridad moral, con él, se siguen apagando los destellos del jacho.

A pesar de mi distanciamiento institucional, tengo que admitir, que el ideal del perredeísmo nunca muere, es un sentimiento que fluye en las venas y que permanece más allá de la militancia en el PRD. Su origen posee un vínculo estrecho con la fe cristiana del pueblo dominicano. Surge un 21 de enero de 1939, día de la Virgen María, patrona dominicana.

Este vientre político y social que ha parido a la mayoría de los partidos existentes de la República Dominicana, como el PLD, PRM, el PRI, PRSD, BIS, MODA, entre otros, fruto de desprendimientos surgidos por luchas intestinas, ha sido la organización política que ha propiciado la consolidación de la democracia dominicana a partir de las primeras elecciones post dictadura de Trujillo en el 1962.

Jugó un papel protagónico en la gesta de abril de 1965, en la lucha por la restitución de los derechos constitucionales, el regreso de los exiliados y la libertad de los presos políticos en el 1978, y las sucesivas transiciones de poder en que ha desempeñado un papel protagónico, con énfasis en la contención de las masas para evitar derramamiento de sangre, cuando le arrebataron el triunfo al Dr. José Francisco Peña Gómez en 1994.

Hablamos del PRD del profesor Juan Bosh como icono de la democracia, de José Francisco Pena Gómez, figura que marca una historia del liderazgo, discursos, controversias y entrega incondicional a su pueblo y partido, Jacobo Majluta, Antonio Guzmán, Jorge Blanco, Hipólito Mejía, todos ex presidentes de la República; Hatuey de Camps, Franco Badia, Ivelisse Prats, Milagros Ortiz, Fello Subervi y miles de dirigentes que dedicaron gran parte de sus vidas al Partido de la Esperanza Nacional.

En el 2004, posterior al intento reeleccionista de Hipólito Mejía, el partido cayó en el peor momento de su popularidad, después de una férrea campaña de desprestigio electoral y post electoral, vinculada a las acciones que generó el manejo del gobierno con las instituciones financieras quebradas, que dio al traste con cierre de algunos bancos y encarcelamiento de algunos banqueros.

A partir de estos eventos, surge como figura de proyección presidencial, el ingeniero Miguel Vargas, quien logra restituir el entusiasmo por el fervor perredeísta y de una cifra de un digito de popularidad con la que el partido salió del poder en el 2004, lo eleva a porcentajes que pusieron en aprietos al entonces presidente Leonel Fernández en su reelección del 2008, que a pesar de la inversión multimillonaria en su candidatura y la agresiva campaña en contra de su adversario, los resultados reflejan un 53% en favor de Leonel Fernández y un 40% a favor de Miguel Vargas.

El 2011 marca el final del protagonismo partidario del PRD y el final del liderazgo de Miguel Vargas como opción de poder. La Convención interna del partido fue la pólvora que hizo estallar la nueva crisis en ese partido, con acusaciones de traiciones por la denunciada intervención del PLD en el proceso interno del PRD y el posterior inactivismo en la campana electoral que dio como resultado el triunfo de Hipólito Mejía como candidato a las elecciones del 2012. Situación que continuó posterior a la derrota electoral, con la acusación de traidor a Miguel Vargas, como presunto culpable, al apoyar a Danilo Medina, en una jugada maestra del PLD.

A pesar de que el último candidato del PRD, Hipólito Mejía, marcaba en noviembre del 2011 como un seguro ganador en todas las encuestas, los resultados electorales se mostraron adversos. Las razones fueron atribuidas al mal manejo del discurso del candidato, a las dificultades para negociar con sectores importantes, a la inversión multimillonaria de sus competidores, pero la causa más poderosa fue competir con un partido dividido. El reporte final de la Junta, arrojo un 51% a favor de la alianza encabezada por Danilo Medina y un 47 % a la alianza encabezada por Hipólito Mejía. Sin embargo, el PRD obtuvo como partido, 1,911,341 votos, para un 42.13% del universo electoral del primer lugar, mientras que el PLD obtuvo 1,711,737 votos, para un 37.73% del segundo lugar.

A partir de aquí, surge la división más catastrófica del PRD, con la conformación del Partido Revolucionario Mayoritario, que luego es reconocido como Partido Revolucionario Moderno. En esas circunstancias, el Partido Revolucionario Dominicano se reduce a la ínfima expresión de toda su historia, apareciendo en las últimas encuestas con apenas un 0.5% del favor popular.

Las confrontaciones han seguido en el reducido partido. La corriente renovadora encabezada por Rafael (Fiquito) Vásquez, endosada a Junior Santos como candidato a la Presidencia del PRD, lograron forzar a la primera reunión de la Comisión Política en los últimos 3 años y medio, fruto de lo cual se produjo una precipitada Convención Nacional para elegir a las nuevas autoridades, con padrón cerrado de cerca de 1,500 delegados, y como era de esperarse, se impuso la fuerza de Miguel Vargas bajo la sombrilla del poder económico que provee el Estado a través de la JCE.

Es lamentable, que el partido de masas más grande que ha parido la nación haya llegado a los niveles más bajo de democracia, institucionalidad y rechazo popular. Es lamentable que se mantenga la cultura de que las cabezas de partidos no asuman los fracasos de su mala gestión y no acepten los relevos generacionales.

Es lamentable, que los partidos sean secuestrados por cupulas en franca negación a los preceptos constitucionales sobre la democracia interna en los partidos políticos.

Si el Doctor José Francisco Peña Gómez pudiera resucitar, al enterarse de lo que han hecho con su legado, el dolor y la indignación lo obligarían a volver a su estado anterior.

Tags relacionados