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La migración de Moisés en AL

Mientras tarareo los versos del cantante y compositor guatemalteco Ricardo Arjona, ‘Las Mamás de Moisés’, dibujo en mi mente una migración irregular y a Moisés el libertador de Israel. La migración es el fenómeno humano que ha existido desde los tiempos bíblicos. La primera migración documentada de la historia fue la de Adán y Eva, su expulsión del paraíso terrenal, que fue una migración forzada.

El ejemplo más en boca de todos los tiempos es el de Moisés, el líder de los israelitas que los guió desde la esclavitud en Egipto hasta la libertad en la tierra prometida con la ayuda de Yahvé. Moisés fue un migrante que tuvo que enfrentar muchos desafíos y dificultades en su camino, pero también fue un instrumento de la voluntad de Dios y un modelo de fe y esperanza.

¿Cuáles similitudes y diferencias hay entre ambos contextos? Una primera similitud, es que tanto Moisés como el torrente humano de la migración irregular del siglo XXI, huyen por razones de opresión, violencia, injusticia, pobreza, persecución política, desempleo, violación de los derechos humanos, falta de inclusión social, entre muchos otros. En ciertos casos han optado por una movilidad y un desplazamiento en condiciones de migrantes irregulares, donde logran ingresar al país receptor. Esta situación, es la realidad de miles de migrantes haitianos, hondureños, dominicanos, guatemaltecos, salvadoreños, colombianos, venezolanos y de otros países de la región y de otras partes del mundo.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2020 había unos 40 millones de migrantes latinoamericanos y caribeños en el mundo, de los cuales el 85% se encontraban en otros países de la región.

Moisés recibió la promesa de Yahvé y los llevó a una tierra buena y ancha donde fluía leche y miel. El gran flujo de migrantes irregulares se trata de segmentos sociales, que han migrado económicamente de sus lugares de origen para insertarse en economías más desarrolladas que les posibilitan la movilidad social, con espacios amplios de libertades políticas, e inclusive de seguridad frente a los nuevos desafíos globales de conflictos bélicos y la violencia social que permea a distintos países de nuestra región latinoamericana y mundial.

Según el Banco Mundial, las remesas a América Latina y el Caribe alcanzaron los 142.325 millones de dólares en 2022, lo que representa un 11,6%, en 2022 observamos tasas de crecimiento aun elevadas, pero menores a las observadas un año antes.

Mientras que Moisés contó con el apoyo divino para realizar su misión medio la zarza ardiente, Dios enviaba señales y prodigios para convencer al faraón Ramsés II, le abrió el mar Rojo para cruzarlo, le proveyó de maná y agua en el desierto y le entregó los diez mandamientos en el monte Sinaí, el flujo de millones de migrantes irregulares a pesar de su grito de socorro, carecen de garantía y protección.

Abusos, discriminación, explotación, extorsión, trata o tráfico de personas, xenofobia, racismo o estigmatización son las trágicas consecuencias vinculadas a una migración forzada o irregular. Según la Organización Internacional para Migraciones (OIM) entre 2014 y 2020 se registraron más de 4.000 muertes o desapariciones de migrantes en las Américas.

Moisés llegando a las puertas de la tierra prometida, después de guiar al pueblo de Israel 40 años a través del desierto, soportando duras penalidades, tuvo que despedirse de la gente, sin poder alcanzar la tan ansiada meta, murió en el exilio en una tumba que nadie pudo visitar jamás. La migración es hoy uno de los mayores dramas actuales en los inicios de la tercera década del siglo XXI, es tan rebosante de desafíos, como de oportunidades, que implica cambios profundos en las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales.

“Sueños como barcos de papel, mientras llora otra Mamá de Moisés”.