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EL BULEVAR DE LA VIDA

El Jaro en el Polígono Central

Con leyes, normas, reglamentos y resoluciones, pero sin la firme de decisión de aplicarlas con el rigor que ellas mandan, un país no puede ir a ningún otro lugar que no sea el carajo.

Hablo ahora de pobreza, impunidad, pero sobre todo de ese terrible cambio de expectativas que alimenta al monstruo que violento hoy nos devora en cualquier lugar, a cualquier hora… y en cualquier sito la delincuencia como una maldición.

Cuando se habla del desmadre de la delincuencia en el país, de actos de violencia insospechados convertidos hoy en parte de la cotidianidad, uno piensa en esa familia que ya no es, en la debilidad institucional, en la impunidad o en la corrupción, y de repente se encuentra con un hombre light, a quien la sociedad le ha enseñado que para SER (para existir) hay que TENER y ahora también EXHIBIR. Instagram, por ejemplo.

No es exactamente cierto que robos y asesinatos se cometen en el país porque alguien de tan pobre, pobrecito, roba para comprar un pan. No. No es dinero para un pan lo que busca el muchacho que te asaltará mañana, sino plata para comprar los últimos tenis a lo Lebrón, el último Smartphone… o quizás la última raya de cocaína.

Se tardó un poco. Habitaba hace años en esos barrios carenciados, que ocupados por el narco, el lavado y sus cómplices, carecen ya hasta de esperanza. Es el infierno y está aquí, en La 42 o en la Gustavo con Lincoln, pero está aquí. Es el “Ciudadano cero” que nuestro injusto y corrupto sistema social y económico ha creado… y bajó “a lo claro”.

En verdad, solo era asunto de tiempo que la descomposición social y familiar que padecen otros países llegara hasta nosotros, como nos llegó Netflix o llegan los malos ejemplos. Al Polígono Central de Santo Domingo ha llegado “El Jaro”, a quien el maestro Sabina dedicó una canción radiografía, “Qué demasia’o”, que ya cito:

“Macarra de ceñido pantalón/ pandillero tatuado y suburbial/ hijo de la derrota y el alcohol/ sobrino del dolor/ primo hermano de la necesidad.

Tuviste por escuela una prisión/ por maestra una mesa de billar/ te lo montas de guapo y de matón/ de golfo y de ladrón/ y de darle al canuto cantidad”.

A las calles del Polígono Central ha llegado El Jaro.

¡Cuidado! “El ciudadano cero” salió del agujero.