Folcloreando

Las huellas en la crianza

XIOMARITA PÉREZ

XIOMARITA PÉREZArchivo LD

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Xiomarita pérezxiomaritabaila@gmail.com
Santo Domingo, RD

Toda esta podredumbre que abunda en la sociedad es producto de cómo estamos criando a nuestros hijos. Darles todos los antojos, permitir que ellos visiten los hogares de sus compañeros, vecinos, sin saber quiénes son sus padres, a qué se dedican e ir a casa ajena a hacer tareas. Pero lo peor es cuando los hijos no tienen confianza en sus progenitores; sólo están deseosos de afecto; y en cambio, lo que se les provee son cosas materiales.

Estos jóvenes luego se rebelan, comparan patrones de otras familias y todo por falta de conocer una autoridad. Ocurre en algunas familias de clase media alta y alta, quienes tienen su vida resuelta sólo en lo económico, queriendo llenar sus vacíos con los de su misma clase económica, no social, sintiéndose felices porque sus amigos son hijos de personas pudientes. Todo este engranaje ha ocurrido por los saltos sociales y económicos.

La clase social alta es la que considero más sencilla, son los individuos llamados ricos “de cuna”, que lo acostumbraron a crecer en valores, con un comportamiento que ni siquiera el dinero lo ha cambiado, criados con nanas a las que han respetado tanto que algunas están criando hasta a los hijos de los que cuidaron. En la clase baja y media baja ocurre lo mismo. Es el mismo producto, pero el hacinamiento, los maltratos, la violencia entre parejas, sean padres o no, la falta de recursos económicos y el ausentismo escolar no permiten que el joven crezca sano mental, física y emocionalmente

Me apena lo que está sucediendo en la actualidad, en la que los padres llegan tarde a sus hogares por compromisos externos, y los niños solos en sus casas, no los dejan tener amigos del sexo contrario “por seguridad”, pero permiten los del mismo sexo, y ocurren casos que no los publicaré por esta vía. Otro factor que observo es que algunos padres están buscando de Dios, hacen vida en las iglesias y los muchachos criándose solos y, cuando esos padres vienen a despertar, ya los chicos están en vicios. No voy en contra de las religiones, pero sí en contra de las irresponsabilidades de los padres. Conocí a una señora cuyo hijo tiene problemas de conducta, le ha hipotecado su vehículo y empeñado las puertas de su hogar en su ausencia y ella está refugiada en la iglesia. Entonces, cuando los hijos fallan debemos revisarnos como padres.

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