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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Pío IX y un jesuita le tumbaron el pulso a Roothaan

Cuando Pío IX regresaba de su exilio en Nápoles a Roma en 1850 le entregaron el primer número de la Civiltà Cattolica, una publicación dirigida por la Compañía de Jesús.

El proyecto provenía de Carlo María Curci, apasionado jesuita, biblista dedicado, conocedor del hebreo y muy pronto afamado predicador en la Italia centro meridional. Sus réplicas contra Vincenzo Gioberti (Il Gesuita moderno), enemigo de la Compañía, le revelaron como un escritor de primera línea. Curci acusaba a Gioberti de dispararle a los jesuitas a ver si le daba al catolicismo.

En muchas mentes estaba la idea de valerse de la prensa para responder a la situación que vivía política y religiosamente Italia.

Curci había expuesto antes los cardenales en Roma su proyecto de una revista de cultura general para el laicado culto. Pero sus superiores jesuitas y los cardenales lo veían como “algo nuevo y peligroso”. El secretario de Estado escuchó a Curci en Napóles. Luego Pío IX le preguntó a Curci: ¿eres capaz de crearla? El superior general, Roothann, se opuso ante el Papa con “gravísimas dificultades”. Temía que la revista involucrara a la Compañía en nuevas controversias. Pero Pío IX se decantó firmemente a favor del proyecto.

El dinámico Curci consiguió que otros jesuitas cooperaran con esta publicación que promovía una manera moderna de ciudadanía católica. Pío IX financió el primer número. Contaba con artículos de actualidad y de opinión en un estilo ameno. Arrancó con una tirada de 4,000 ejemplares y en un año vendía 12,000, diez veces más que su competencia liberal en el mismo género. ¡Todavía Italia no era país y ya Curci publicaba una revista nacional! Para el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús “fue y es la obra más importante de los jesuitas italianos”.

Cuando Nápoles cesó en su libertad de prensa, la revista se trasladó a Roma. Por el apoyo prestado por el Papa, los artículos de la Civiltà Cattolica se consideraron hasta bien entrado el siglo XX como muestra oficiosa de la postura de la Santa Sede. En los tiempos del Vaticano I (1869 – 1870) la revista defendió a ultranza la infalibilidad papal y el primado atacando el catolicismo de los obispos y teólogos que pensaban distinto.

Vale la pena estudiar el P. Curci, un jesuita atípico del XIX. 

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