OTEANDO
Wessin y Wessin: el convidado de piedra de nuestra historiografía
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El juicio de lo histórico. Una de las cuestiones más discutidas es la atinente a determinar qué es más productivo, si la interpretación de la historia o la comprensión de la historia. A simple vista la cuestión no plantea un conflicto decididamente trascendental; pero, comoquiera que muchos, en un ejercicio torpe, se sirven de la historia para hacer cierta suerte de indexación de esta a sus intereses particulares, es cardinal, digamos, la delimitación hermenéutica de ambos conceptos, apelando a uno que le precede: la pre-comprensión.
Pero antes, sería aconsejable hacer un paréntesis para detenernos en el denominado “círculo hermenéutico”, que no es más que la pretensión de una estructura circular de la adecuada intelección. Su mejor exponente hasta la fecha ha sido Hans-Georg Gadamer, pero existió desde hace mucho tiempo y fue abordado por más de un filósofo (Schleiermarcher, Dilthey, Heidegger). Para el primero de estos, Schleiermarcher, es como una esfera que facilita una reciprocidad entre lo general y lo particular en el marco del proceso intelectivo. Es aquí donde adquiere marcado interés hermenéutico la pre-comprensión de lo general como requisito para el entendimiento eficaz de lo particular.
El círculo hermenéutico, admitiría muchos niveles de análisis, pero es obvio que hay tres de los que no se pudiera prescindir siempre que se desee lograr una adecuada comprensión del fenómeno histórico: el formal, el semántico y el sociocultural; niveles que encuentran un entronque especial con las concepciones metodológicas de la corriente historiográfica de “La Nueva Historia”, la cual propone lo que ha llamado, “la historia de las mentalidades” que, a grandes rasgos, pudiera decirse que desdeña de los métodos tradicionales de historiar en los que se consideraba a los protagonistas aislados de su entorno, para asumir una línea que provee más fidelidad sobre las causas que indujeron a las conductas definidoras de los hechos, mediante un enfoque total que incluye las ya conocidas categorías históricas de Braudel: espacio, tiempo, coyuntura, estructura y duración, y otras más, incluido –y por qué no– el azar, siempre que un elemento aleatorio sea marcadamente determinante de los resultados.
Establecido lo anterior, podemos sintetizar la cuestión diciendo que tanto Wessin como Caamaño son un producto militar y político de una coyuntura de tiempo y espacio dentro de la que discurrió la llamada “Guerra Fría”, sostenida en la estructura bipolar de dos grandes potencias: Estados Unidos de América y la Unión Soviética con Rusia a la cabeza.