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Lula: ¿Peón del imperialismo ruso?

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Andrés OppenheimerSanto Domingo

Los primeros 100 días en el cargo del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva han sido peores de lo que muchos de nosotros habíamos anticipado: no solo que no está logrando poner en marcha a la economía brasileña, sino que se está poniendo cada vez más del lado de algunos de los peores dictadores del mundo.

En los últimos días, Lula le dio una bienvenida de alfombra roja en Brasil al ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, cuya gira por cuatro países latinoamericanos también incluyó a Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Al recibir a Lavrov en una visita de estado, Lula saboteó los esfuerzos de las democracias mundiales para aislar a Rusia en respuesta a su invasión de Ucrania, y su continuo bombardeo de ciudades ucranianas.

Asimismo, poco antes de la visita de Lavrov, Lula había hecho la absurda afirmación de que tanto Rusia como Ucrania tienen la culpa de la guerra en Ucrania. Y Lula también sugirió que Ucrania abandonara su pretensión de recobrar la península que de Crimea, que fue ocupada por Rusia en 2014.

Desde su vuelta al poder, Lula también ha restablecido las relaciones diplomáticas con el dictador venezolano Nicolás Maduro, permitió que buques de guerra iraníes atracaran en Río de Janeiro y - aunque primero condenó la invasión rusa a Ucrania en las Naciones Unidas - se negó a unirse a las sanciones internacionales contra el régimen del presidente ruso Vladímir Putin.

Es difícil entender cómo un líder de una democracia como Brasil puede encontrar excusas para la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.

La invasión de Rusia es una flagrante violación del principio de soberanía nacional que se supone es la base de la política exterior de Brasil. ¿Puede haber mayor violación de la soberanía nacional que invadir un país vecino?

Lula ha dicho que quiere ser uno de los mediadores entre Rusia y Ucrania, y que desea volver a poner a Brasil en el escenario mundial.

Sin embargo, Ryan Berg, director del Programa de las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en Washington, me señaló que las recientes declaraciones de Lula sobre Ucrania “han hecho muy difícil tomar a Brasil en serio como árbitro neutral en este tema”.

Ucrania ha rechazado de plano la sugerencia de Lula de que abandone sus reclamos sobre Crimea.

La postura cada vez más pro-rusa de Lula también puede ser una cortina de humo para desviar la atención pública de sus problemas internos. A diferencia de lo que sucedió durante los dos primeros mandatos de Lula, de 2003 a 2010, la economía de Brasil está estancada, y Lula no tiene dinero para financiar sus ambiciosos programas sociales.

La economía de Brasil crecerá solo un 0,9 por ciento este año y un 1,5 por ciento el próximo año, según el Fondo Monetario Internacional. La popularidad de Lula es de solo el 38 por ciento, según una encuesta reciente de Datafolha.

Anthony Pereira, director del Centro Latinoamericano Kimberly Green de la Universidad Internacional de Florida, me recordó que el predecesor de Lula, Jair Bolsonaro, tampoco era un crítico abierto de Rusia.

Bolsonaro incluso visitó a Putin en Moscú en febrero de 2022, días antes de la invasión rusa, en parte porque Brasil depende en gran medida de las importaciones de fertilizantes rusos.

“No estoy seguro de que lo que está diciendo Lula sobre Ucrania suene tan radical en el contexto brasileño”, me dijo Pereira. “Mucha gente que apoyaba a Bolsonaro tampoco quería apoyar a Ucrania. Admiraban que Rusia tenga un líder fuerte y que sea un país cristiano, étnicamente nacionalista y anti-LGBTQ”.

Tal vez sea así.

Pero las declaraciones de Lula sobre la invasión de Rusia contradicen su propia política exterior de defensa de la soberanía nacional.

Al apoyar la falsa premisa de Rusia de que necesitaba invadir Ucrania para proteger su “esfera de influencia”, Lula está abriendo la puerta para que Estados Unidos o cualquier otra potencia militar invada a un país vecino, so pretexto de defender su área de influencia.

Lula debería enfocarse en reducir la pobreza en Brasil y apoyar un orden internacional basado en el respeto a la soberanía de los países.

Sus declaraciones recientes tratando de normalizar la invasión de Rusia lo han convertido en un partidario de facto del imperialismo ruso.

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