La vejez
La vejez, según Gabriel García Márquez, es un pacto honorable con la soledad. La más dura de las dictaduras, dice Alberto Cortez. Un naufragio, dicen algunos. Una tragedia, afirman los más irreverentes. Es la extinción de pasiones y deseos, dice el filósofo Shopenhauer.
La vejez, según Sófocles, significa paz y libertad porque los apetitos cesan en su vehemencia y afloja su tensión.Por más optimistas que seamos, ese tramo final de la vida no es más que el ocaso de los sueños y la persistencia. Se camina con más lentitud. Los días tienen el mismo color y transcurren con la misma serenidad. Los silencios son más prolongados y las penas son más comunes.
Más importante que el yo es la familia, los recuerdos, los viajes, las experiencias, en fin, el cúmulo de historias que la vida resume de manera apasionada.
Se vive de la nostalgia y el pasado.
Nos enfrentamos diariamente a un festival de recetas y prohibiciones. Tiemblan las manos, se esconden las palabras y la rutina es el calendario permanente de los días. Todo transcurre entre periódicos, anécdotas y remembranzas, y la memoria tambalea en cada evocación, en cada nombre y en cada dolorosa ausencia.
Es el punto final de los sueños, de las aspiraciones, de la prisa.
Es la última jornada del amor. Es el sublime resumen de la vida y episodio final de las edades.
Un período de vida en el que se extrañan muchos nombres y muchos rostros se quedan solo en la memoria.
Es la antesala de lo definitivo.