Opinión

El diferendo domínico francés

Miguel Reyes SánchezSanto Domingo

El Presidente Ulises Heureaux (Lilís), el 26 de noviembre del 1888, autorizó el establecimiento del Banco Nacional de Santo Domingo, una sociedad francesa, representada por Eugenio Generoso Marchena.

El Banco le otorgó un préstamo a Lilís, cuyo desembolso sería a plazos, avalado en garantías sólidas. Pero, el deudor se comprometía como Presidente de la República, pues se estipulaba la reforma de ciertas leyes fiscales.

Desde 1891, Lilís enfrentó dificultades financieras, viéndose precisado a traspasar sus derechos frente al Banco, el 30 de diciembre de 1891, a Jacobo De Lemos, recibiendo un suma a ser resarcida con los desembolsos programados. El Banco no reconoció el traspaso hecho a De Lemos y en consecuencia no se efectuaron los pagos. El Banco congeló el dinero y retiró el pago de otras sumas que debían serle entregadas a Heureaux.

Después de diversas gestiones oficiosas y notificaciones de actos de alguacil, Lilís demandó al Banco en daños y perjuicios, ya que la cesión a De Lemos era un acto válido, y al desconocerla, le había inferido un agravio.

El pleito culminó con una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de fecha 13 de enero de 1893, ratificando la de Primera Instancia que condenaba al Banco, la cual no acataron. En vista de esta negativa, Heureaux requirió el oficio de un alguacil y trabó un embargo ejecutivo sobre las cajas y el dinero del Banco. El cónsul francés, Stephen Pichón, compareció incontinenti y puso sus sellos sobre las cajas embargadas. Pero, el alguacil no tuvo reparos, descerrajó las cajas del Banco apoderándose de los $67,000.00 a que ascendía la condenación para depositarla en Hacienda.

Esto provocó un impasse internacional, ya que el Gobierno francés al enterarse envió tres buques de guerra: Arethuk, Magon y Hussard, al mando del almirante De Libran, quien a su llegada visitó a Lilís y le notificó que, previo a toda negociación, debía devolver el dinero tomado del Banco.

Al escuchar Lilís esta aseveración, le cuestionó en francés al almirante si él conocía la teoría de Darwin. De Libran le dice que no entiende. Entonces Lilís pasa a explicarle que según Darwin: “el hombre desciende del mono. Yo no sé si eso es verdad con respecto a los blancos; pero, tratándose de los negros, no me queda dudas. Y óigame esto Su Excelencia: cuando el mono agarra es necesario cortarle la mano para que suelte”. El almirante lo miró y se retiró.

De Libran pasó entonces el ultimátum por escrito, advirtiéndole que transcurrido el plazo, si no operaba la devolución, los buques franceses abrirían fuego sobre la ciudadela.

Lilís buscó el apoyo de los norteamericanos, quienes comunicaron al gobierno galo “que verían con desagrado un ataque de Francia a Santo Domingo”. Conocedor de este dato, Lilís respondió el ultimátum diciéndole: “que sólo devolvería el dinero, después que abrieran fuego contra la plaza”. De Libran notificó que las relaciones diplomáticas quedaban rotas y zarpó con sus naves hacia París.

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