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Nuestro caos de hoy

“Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, reinará el caos de nuevo; y el caos es la partitura en que se escribe la realidad.”

Henry Miller.

Nuestra sociedad se muestra sacudida por una conjunción de eventos indeseables que ponen de relieve por dónde andamos como nación. Cada dominicano parece tener como objetivo único su particular salvación. Atrás quedaron los tiempos en que lo del otro nos concernía tanto como lo nuestro; en que, tan solo por humano heroísmo los hombres se lanzaban a la conquista del bienestar colectivo al influjo del hermoso ideal de un mundo más justo.

Cualquiera de nosotros, nacido en la segunda mitad del siglo pasado, puede dar fe de que nuestra sociedad de entonces valoraba más al ser humano por sus aportes a la comunidad nacional o local que por el dinero que, a la sazón, se conseguía de modo más digno de lo que muchos lo consiguen hoy: no conocíamos la droga y el lavado de activos, aunque existía, tampoco llegaba a nuestro conocimiento. Eran los días en que la revolución cubana nos había contagiado con su ideal de justicia y, aun los hijos de familias más conservadoras, participamos directa o indirectamente en el movimiento de izquierda. Izquierda que forjó en nosotros el sentido de solidaridad y de humanidad que aún habita en algunos. Pero, como dijo una vez Mario Benedetti, citando a alguien que ahora no recuerdo: “ya somos todo aquello contra lo que luchamos cuando teníamos veinte años”.

Pasaron los años y, de repente, nos encontramos en la vorágine de la mediocridad política, el patrimonialismo estatal en su versión más actualizada, y un nihilismo que atormenta a todos cuantos aún soñamos. Es como si el caos se hubiera apoderado de nuestro país: padecemos un liderazgo de reputación empobrecida, egoísta y mezquino, con las excepciones que confirman la regla. Parecería que, como afirma el economista Francis Estévez, el único sector con una agenda clara es el narcotraficante, que se alza en cada elección con más diputaciones y senadurías.

Todo lo que estamos viendo hoy solo nos denuncia nuestra verdadera realidad, porque cada hombre o mujer que interviene en las relaciones de producción o ejerce un puesto de preponderancia pública es un producto social resultado de la forma en que hemos gestionado lo político y la política. Vivimos un caos; y “el caos es la partitura en que se escribe la realidad”.

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