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Del dólar al yuan

En el marco de la visita del presidente chino Xi Jinping a Rusia para reunirse con su homólogo Vladímir Putin el pasado mes de marzo, el anfitrión dio a conocer a la comunidad internacional que su país “apoya el uso del yuan en el comercio mundial”. Pero fue más específico al mencionar a Asia, África y América Latina; continentes y región ubicados en lo que se denomina el Sur Global. Lo dicho por el mandatario euroasiático no es cuestión menor; y no lo es porque representa un -sólido- paso más hacia el desmonte de los acuerdos de Bretton Woods y la consolidación de un nuevo orden mundial; pues el yuan, como moneda emergente para el intercambio comercial entre países que integran Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y otros potenciales miembros que han manifestado su deseo de pertenecer el bloque), la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), y otros, lo acentúa.

No hay que olvidar que las sanciones a Rusia han fortalecido y expandido el sistema de pago interbancario transfronterizo chino CIPS (siglas del nombre en inglés Cross-Border Interbank Payment System), como alternativa a la occidental Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (Swifft, por su acrónimo en inglés), a lo que se añade el uso del oro y monedas alternativas al dólar, como activos de reservas; giro que han comenzado a dar incluso aliados tradicionales a los Estados Unidos como Israel, que siendo geográficamente oriental es, sin embargo, políticamente occidental. A estos movimientos debe añadirse la expansión de la Franja y la Ruta en sus versiones física y digital por todos los continentes, incluyendo a Europa, que, junto a la reconfiguración acelerada de los mercados, anclada en nuevas alianzas estratégicas, van dando forma a este nuevo orden mundial sobre el que advirtió el presidente Xi al despedirse de su par en Moscú cuando expresó que los movimientos que se producen en el mundo, entre los cuales está la alianza sellada entre ellos, representan cambios que no se producían hace cien años.

Esta reconfiguración asigna roles distintos a Occidente y al Sur Global, pues hacia Asia se mueve -o vuelve- el centro del poder planetario y con ello la humanidad asiste a un punto de quiebre; completamente disruptivo; nuevos paradigmas se construyen, nuevos valores se universalizarán para desembarcar en un nuevo estadio civilizatorio que, como nos enseña la historia, despierta el fantasma de la guerra, ya que la resistencia a los nuevos paradigmas que arrastra el desplazamiento de las potencias dominantes, provoca una reacción que en principio es diplomática, luego comercial y la escalada lleva al inevitable conflicto bélico.

Y es que la realidad de esta lucha nos lleva a la Trampa de Tucídides, por lo que el lenguaje de confrontación estará, como de hecho está ya, emparejado con la acción violenta en territorios que los actores principales encuentren adecuados, aunque no sean los suyos. Por ello la reactivación “cerebral” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y su intención de crecer hacia el Este, por ello la guerra en Ucrania como punto donde se enfrentan los que irrumpen en el escenario global con vocación de liderazgo y los que se resisten a ceder el espacio. En resumen, el encuentro en Moscú entre los presidentes chino, Xi Jinping, y ruso, Vladimir Putin, en el que el jefe del Kremlin produjo sus declaraciones, es una señal gráfica que encierra un mensaje que va más allá de las

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