Opinión

Desarrollo, crecimiento y estatismo económico social

La naturaleza pródiga y exuberante heredada y recibida sin dar algo a cambio, carente de retos para sobrevivir es una de las causas que más pueden obstruir el desarrollo de las capacidades, talentos y oportunidades de las personas y las naciones.

El discurso sobre los determinantes del desarrollo enfoca el “patrimonio” que de las pasadas generaciones y las acciones conjugadas de migraciones, esfuerzos y conquistas obtienen los colectivos actuales.

Que el desarrollo dependa de ellos construye un argumento socorrido, llevado y traído por liderazgos, voceros, pensadores y economistas. Aunque poco aplicado, también por procuradores de poder. Actualmente llega a las riadas de una idea que vincula la noción de desarrollo a unas determinantes específicas y la ubica en las postrimerías a la Segunda Guerra Mundial. Entonces—según algunos— surge la teoría del desarrollo “como tal”.

La teoría del desarrollo es inherente a la Filosofía desde la antigüedad. En su virginal acepción de Ciclos. En sus nociones económicas, significa crecimiento y enriquecimiento de actividades humanas y características. Ha venido a colocarse a la par de crecimiento en los enfoques de las gestiones públicas actuales. A un registro cuantitativo del resultado colectivo, una medida de valor.

Sin embargo, Desarrollo es más; lo que incita a cuestionar si sus determinantes son los imputados; la precondición de su existencia. Esto genera riesgos derivados de los enfoques disciplinares. Para un economista la noción de crecimiento-enriquecimiento ocupa la médula del desarrollo, impulsándolo a recurrir a la economía y sociología clásicas: a Adam Smith y sus discípulos; a David Ricardo y a otros, hasta llegar a Robert Maltus y John Stuart Mill. Lo explican, entonces, como acumulación experimentada en diferentes campos y como el resultado de las respuestas colectivas que al estado de situación, beneficio o riesgo propician las sociedades. El desarrollo, para ellos, implicaría crecimiento, enriquecimiento pero jamás su contrario, el estado estacionario o involutivo aunque, de hecho, estos también son posibilidades del desarrollo, entendido como movimiento perpetuo, cambio permanente. Sin embargo, la pregunta sería: ¿con relación a qué se involuciona? Sus posibles y hasta más simples respuestas nos sorprenderían de la relatividad de vincular desarrollo a crecimiento e, incluso, a enriquecimiento, entendido este con agregado continuo y persistente de cantidades y atributos sobre unidades específicas esencialmente invariantes.

Otro aspecto es el distributivo, relacionado a la idea económica de desarrollo: rasgo que le pude ser extraño. Algunos economistas descienden a esta finalidad de la riqueza, más que implícita en la visión de Stuart Mills, presente en la doctrina demográfico-económica de Malthus y en la economía de Keynes, donde el imperativo es la redistribución de la riqueza (desarrollo general alcanzado) como acicate de la continuidad progresiva del crecimiento y la innovación continuos.

Idea del desarrollo entendida como crecimiento verificada incluso en los abordajes de autores como Cass y Koopmans. En 1965 re formularon los preceptos optimizadores interpersonales de Ramsey (1925), buscando determinar un modelo conductual ciudadano ante el mercado. De tal modo es común que cuando en economía se habla de desarrollo el crecimiento termine ocupando su lugar.

Aunque desarrollo es mucho más.

Fascinante tema para una próxima oportunidad.

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