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¡Justicia!, un reclamo de dos siglos

En septiembre, 1925, Pedro Henríquez Ureña (Santo Domingo 1884-Argentina 1946) remitía su “Utopía de América” al señor Juan Manuel Villarael, director de la revista “Estudiantina” —mensual, de letras, crítica y arte—, “publicada por estudiantes del Colegio Nacional de la Plata”, quien en el volumen IV, año 1ro, incluyó, íntegro, el texto de la conferencia homónima que el pensador, escritor, filólogo y Maestro dominicano dedicó al colega Edwin Elmore (Lima: 1890–†1925), dos meses después asesinado (un disparo a quemarropa) por el poeta José Santos Chocano, de la extrema derecha política, oportunista y ligado a dictadores y caudillos, liberado dos años después (impunidad) por la mayoritaria leguiísta (acólitos de Augusto Leguía: Perú, 1863-1932) en aquel congreso peruano.

En la carta de su envío, Pedro Henríquez Ureña expresaba: “Estamos en peligro de caer en escépticos al advertir que el mundo no mejora con la rapidez que ansiábamos cuando teníamos veinte años”. Explicaba: “Yo sé que no será en mis días cuando nuestra América suba adonde quiero. Pero no viene de ahí mi escepticismo: es que rodando, rodando, ya no sé a quien hablo; no sé si nadie quiere oír, ni dónde habría que hablar”.

Expresaba el estado de descrédito de la cultura forjada por aquella cancerada clase política. Para nuestro insigne pensador, el peligro de nuestras naciones era desconocer cómo vencer la desidia que la incredibilidad causa, “para relevarnos en perfección”. El daño peor de los gobiernos estaba “en el mal sueño que aflige a nuestro sentido de justicia: el dolor humano golpea inútilmente a la puerta de nuestra imaginación, y nuestra indiferencia discurre sonámbula entre la «guerra de todos contra todos» de “la sociedad de nuestro tiempo”.

Lo sufría, sin ser ingenuo ya, con visión endurecida, sin claudicar.

Como Maestro, anhelaba dejar en las mentes de aquellos bachilleres la simiente del reclamo troncal del tiempo americano: ¡Justicia!

Esa “Utopía de América” suya incluía su enfoque estelar: “Patria de la justicia”, corolario de los conceptos rectores de la construcción del Estado. La idea de la América unida como condición de la prosperidad urgente emergió en anhelos populares filosóficamente expuestos por Bolívar, José Martí, Faustino Sarmiento y Hostos; con postulados casi indistintos de unidad frente al neo colonialismo imperialista, “Civilización contra barbarie” y “Civilización o muerte”, respectivamente.

Para Enríquez Ureña, el objetivo de esa unidad continental anhelada era diferente: “si la magna patria ha de unirse, deberá unirse para la justicia”, reclamó, solitario. Argumentó: “para asentar la organización de la sociedad sobre bases nuevas, que alejen al hombre de la continua zozobra del hambre a que lo condena su supuesta libertad y la estéril impotencia de su nueva esclavitud”.

Justicia concebida como fin social supremo del Estado, sobrepuesto al cultural. “El ideal de justicia está antes que el ideal de cultura”, advirtió, para agregar: “es superior el hombre apasionado de justicia al que sólo aspira a su propia perfección” y realización espiritual: económica, intelectual y social.

Para él, sobre la justicia nace y prospera el Estado en que conviven hombres libres.

Bueno retomar aquel camino. Que el resultado no reitere aquellos centenarios escepticismo y frustración.

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