Dios y agua
Nadie duda de la importancia vital que tiene el agua para nuestra existencia, para nuestra sobrevivencia. El agua no limpia, nos purifica, nos refresca, da vitalidad a nuestros cuerpos hidratando cada parte de él. Tan importante es el agua, que en toda la revelación de Dios vamos a ver este elemento como signo del Dios que lava, que purifica, que nos limpia del pecado. Por eso Jesús, el Dios encarnado, se presenta frente a nosotros como el agua viva, única que puede saciar la nuestra sed de eternidad, nuestra sed de felicidad.
La pascua que viviremos próximamente volverá a recordarnos el valor espiritual del agua. Ojalá que, en medio de la sequía que nos arropa, también entendamos el valor de ahorrarla haciendo uso racional de este vital recurso.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.