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La verdad no está en una mano

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Cristian D. CabreraSanto Domingo

Un debate echa raíces en República Dominicana, versa sobre la inclusión de Ramiro Matos como miembro de la Academia Dominicana de la Historia (ADH). Dos planteamientos luchan por ocupar el mayor terreno de adeptos, por un lado la responsabilidad de Matos en la muerte de algunos activistas y políticos durante los gobiernos de Joaquin Balaguer como justificación de su veto al ingreso y por el otro, la capacidad intelectual de un prominente historiador militar en República Dominicana como aval para su ingreso.

Observo con preocupación la expansión del falso argumento siempre rodea la evaluación de los protagonistas de la historia “no es como se empieza, sino cómo se termina”. Y digo falso, porque este popular enunciado solo aplica a las carreras de velocidad, no a las de resistencia como es la vida. El ser humano es un cúmulo de vaivenes, momentos de luz frente a episodios oscuros, por lo que cualquier medición de sus últimos días termina siendo injusta frente a buenas o malas acciones que le anteceden. Siendo así Francisco del Rosario Sanchez habría terminado en el zafacón de la historia.

La crítica de la que ha sido Ramiro Matos es justificada, sin embargo, no lo es pedir su salida de la ADH argumentando la comisión de crímenes que no probado en tribunales. No excuso en modo alguno cualquier actuación de este personaje de la historia, solo pido que nos atengamos a lo que en conjunto la sociedad definió como contrato social, y respetar la presunción de inocencia.

¿Cuándo fue sentenciado Ramiro Matos? ¿Quién determina en qué condiciones se dieron los hechos de los que se le acusa? ¿Se enfrentó a héroes o terroristas? ¿Respetó la cadena de mando o se arroga atribuciones que no tenía? Todas estas preguntas ponen en contexto los episodios históricos en los que participó el susodicho.

Pero más allá de la discusión ad hominem, la institucionalidad de la ADH establece requisitos eminentemente sobre capacidad y méritos intelectuales, no a posiciones ideológicas, ni presunción de comisión de crímenes. Recordemos que la historia es la suma de hechos, no de versiones, y esta es la categoría que adquiere todo aquello que no haya sido probado.

Si quienes tienen la tarea de escribir la historia desde nuestros prejuicios no construimos historia, oficializamos los sesgos.

El autor es periodista y consultor en comunicación.

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