Opinión

¿Arde el país?

Federico A. Jovine RijoSanto Domingo

No, no arde el país, pero sin embargo, hay muchos fuegos, quizá demasiados. El problema de los incendios forestales es que destruyen ecosistemas sensibles -de lenta recuperación- y su reposición natural toma tiempo, alterando significativamente los ecosistemas impactados y destruyendo la cobertura boscosa en cuencas generadoras de agua. Sin ir más lejos, todavía en Valle Nuevo se aprecian los estragos de los fuegos de los años 1983 y 2014, y ni hablar del de hace apenas unos días.

Señala el Cuerpo de Bomberos de Verón-Punta Cana que en lo que va de mes (16 días) han sido identificados 81 incendios en la Región Este del país, dato preocupante si lo vemos dentro del contexto de una sequía que apenas comienza y que los modelos climatológicos proyectan como dura y larga.

Más allá de las externalidades climatológicas, la mano del ser humano tiende a apelar al fuego al momento de hacer labores agrícolas, despejes de terrenos, quema de basuras, etc., de tal suerte que casi siempre un factor antrópico desencadena los incendios.

Tan preocupantes como ver arder las cuencas altas de nuestros ríos o nuestros parques nacionales, también lo es ver cómo en el corazón de nuestro polo turístico por excelencia flotaba a comienzos de semana sobre sus campos de golf, viviendas y complejos, una leve nube gris, amenazante y urticante, y esto tampoco lo podemos permitir.

El turismo ha sido una de las grandes apuestas del gobierno para acelerar la recuperación económica del país y ha sido exitoso en ello; sin embargo, el turismo funciona como una maquinaria muy sofisticada y compleja, de ahí que cualquier emergencia ajena al modelo de negocio y a la cadena de valor en torno al mismo, puede impactar negativamente en muy corto tiempo.

Precisamente por eso, urge fortalecer al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales en sus capacidades de respuesta ante incendios forestales. Constituye una necesidad urgente la contratación de más bomberos y personal de apoyo; disponer de más recursos para sus entrenamientos; poner a su disposición equipos en cantidad y calidad suficiente, tanto para su protección personal como para la ejecución de sus labores en condiciones de seguridad y, sobre todo, aumentar de manera significativa y digna sus salarios y demás beneficios.

En la línea del fuego -literalmente-, nuestros bomberos forestales se la juegan -literalmente- y por eso merecen lo mejor; es lo menos que podemos brindarles. Cada año en las mismas fechas, tenemos estos eventos catastróficos y los seguiremos teniendo, lo que toca como país es prepararnos, y tenemos que hacerlo ya.

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