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El dedo en el gatillo

Los barones son pocos, pero son

Me han criticado por escribir solo las experiencias de las pasantes, he aquí a los barones (con b de “machista”) porque todos han sido el alma del Listín en el nuevo Milenio.

El primer pasante que trabajo a mi lado duró lo que un merengue en la puerta de un colegio. Se llama Pedro Solares y a cada rato viene y me saluda. Perteneció a la primera generación (2006) y pronto comprendió que el periodismo no era lo suyo. Después de redactar algunas notas culturales me informó que cambiaba de carrera. Hoy es un profesional de pies a cabeza, que ha triunfado en su rama por su talento y laboriosidad.

De la segunda generación, tres pasantes no bastaron para equilibrar mi preferencia por el sexo opuesto: Abel Guzmán, Carlos Arturo Guisarre y Ricardo Viñas. Ellos me acompañaron en diversos viajes y aventuras. Eran periodistas serios y poco a poco fueron venciendo escaños hasta alcanzar sus propósitos. Abel siempre quiso escribir de política. Carlos Arturo (graduado en España) lo hizo en economía y Ricardo, en el área de Entretenimiento y Relaciones Públicas. Llegó a ser por muchos años, Jefe de Redacción de la revista Ritmo Social.

En la tercera promoción escogí a Jonathan Liriano y Reinier Maldonado. El primero prefirió integrarse a la oposición política y el segundo hoy ocupa un alto cargo en una entidad privada. No hemos vuelto a hablar. Del cuarto grupo recuerdo a Joan Wallace, residente hoy en los Estados Unidos con sus encendidas polémicas con otra entonces pasante de su generación, Mayra Pérez por la defensa de la identidad nacional.

De otros grupos recuerdo a Pedro Henríquez, hoy destacado en el Departamento de Prensa de la Policía Nacional. Ángel García fue un baluarte. Todavía lo apodo como hijo. Lo acogí en Ventana cuando ninguna otra sección lo quería integrar por sus ideas revolucionarias. Ángel ganó el Segudo Premio de Funglode y hoy no solo es mi amigo leal, sino mi consultor. Hablamos de todo. Carlos Machuca, Freddy Ortiz, Rogers de la Cruz, Wander Santana, Pablo García, Emerson Castillo, Bolívar Orozco, Orlando Jerez, Melvin Julio Mateo, Santiago de la Cruz, Fernando Molina, Lenin Rodríguez y Juan Thomas, integraron otras promociones y hoy son mis amigos sinceros. Con Javier Flores y Saulo Mota hablo de béisbol casi todos los días. Incluso, ellos me han invitado a participar en el segmento “La voz del fanático” que conducen en Youtube del Listín junto a Carlos Moreta. Con Paul Mathiasen hablo poco. Faltan algunos nombres como Fénix Hernández y Sergio Cid quienes por primera vez estaparon sus firmas en historias inolvidables en las páginas del Decano de la Prensa Dominicana. Y muchos más.

Con Dalton Herrera, la relación es especial. Siempre me llamó la atención su honestidad y su amor por la polémica. Trabajaba en las noches en la etapa final del Listín impreso. Muy creativo, disciplinado y con autoridad (a pesar de au juventud) logró una plaza como redactor nocturno del periódico y encontró la que hoy es la compañera de su vida, Daniela Pujols, quien trabajó bajo mi supervisión.

Un día, Dalton propuso disfrazarse de limpiavidrios y ubicarse en la populosa intersección de las esquinas de la Máximo Gómez con John F. Kennedy.

En pocas horas, los otros limpiavidrios le pusieron el seudónimo de “Venezuela” (por su piel trigueña) y entre ellos se hizo popular. Pero ganaba poco. De 15 o 20 vehículos respetuosos ante el cambio de luz de los semáforos, solo uno le entregaba algunas cuantas monedas. Y a veces, ninguna.

Eso hizo que un “compañero” de profesión le alertara: “Esto deja poco, muy poco. Si quieres yo te llevo a un punto cercano donde hay un tiguere que nos entrega unas bolsitas para vender a diverrsos conductores de carros y motores que se hacen los suecos para que la AMET no los descubra... te puedes buscar vendiéndolas unos cuantos pesos más; pero ocúltalas bien porque si te cogen te llevan preso y te fichan como microtraficante”.

Hasta ese día Dalton se camufló entre los limpiavidrios. Regresó al Listín, asustado y hasta cambió de ruta para asistir a su trabajo so pena ser confundido como lo que nunca en su vida será. Y publicó la historia de esos “trabajadores informales” en una de las páginas principales del periódico.

Todavía le recuerdo es a aventura y él sonrié, aunque prefiere no insistir en ella. Su talento lo ha llevado a escalar importantes posiciones dentro del periodismo nacional y en la actualidad es jefe del equipo Digital del diario El Caribe.

Sigo con los barones (con “b” de machista). En la presente promoción de pasantes, se han integrado a la historia del programa tres nuevos miembros, Sauro Scalella, Ángel Valdez y Marvin Beltré. Hasta el momento han demostrado que no fueron elegidos al azar. Les sobra talento y deseos de hacer las cosas bien. Sigan sus nombres.

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