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El Presidente, su discurso y la nación

La clave con la cual el presidente Luis Abinader concluyó su discurso de rendición de cuentas trasanteayer 27 de febrero ante la Asamblea Nacional apeló —en el clímax de la oratoria, como manda la retórica— a lo que durante la Historia ha nucleado con cohesionada fuerza los colectivos humanos: el sentido de comunidad, grupo, gremio, pueblo o nación; de conglomerado particular, específico y diferenciado; para preservar la identidad, supervivencia y futuro nacionales, bases de la sociedad política.

Es un tema sensible, con profundas raíces, emotivo y cardinal; que rige la auto-percepción colectiva como su más alto significado y calidad ontológica.

Invocándolo, el Ejecutivo se proveyó un paradigma cultural, trocándolo en recurso táctico de eficiencia comprobada al cual, además, sus adversarios políticos y probables contendientes en el proceso electoral que se avecina, hoy distante a poco más de un año, otorgaron calidad de urgente e imperativo y necesario.

Asumirlo fue apropiárselo para responder, ingresando al terreno competitivo de socio-narrativas sobre el destino dominicano: diada actualmente conflictiva República Dominicana-República de Haití. ¿El objetivo? Conquistar y robustecer, —dado el liderazgo institucional jerárquico— la gobernanza, incluso como percepción.

Encarnar el valor simbólico y el significado de límite y contención fronterizas que —independientemente de su resultado práctico— refiere el hecho real del avance constructivo del muro fronterizo, le confiere una victoria en este debate; una  que ratifican las estadísticas de deportaciones de indocumentados extranjeros realizadas durante el 2022: superiores a su media anual reportada desde el 2005, según datos del mandatario.

Presidiendo una gestión valorada positivamente (>50%) por la población y con una intensión de voto favorable que —faltando más de un año para las elecciones— puede superar el 40%, el Ejecutivo sabe que actualmente, el escenario tripartita electoral anticipa una segunda vuelta; que en tal terreno los riesgos decrecen directamente proporcionales al fortalecimiento de las gobernabilidades y la construcción de intersecciones de inmediato y largo alcance.

El tema nacional adquiere, entonces, importancia estratégica relevante: al ofrecer espacio a actores sociales y políticos líderes para que alojen y activen sus identidades, misiones y visiones; ejerciendo sus deberes y derechos constitucionales obligados: fidelidad y protección al Estado dominicano.

Convocando a la unidad nacional frente al riesgo fronterizo y la inmigración ilegal, el presidente reclama la atención obligada, aportando el espacio —“no necesariamente formal”, como explicó— de “conversación” socio-política capaz de robustecer el espectro institucional y la autodeterminación mediante alianzas la “real politik”. Tal propuesta, resguarda aquel paradigma recurrente y vigente: en un sistema electoral tripartito, ganar sin promover ciertos nucleamientos y previsibles adhesiones es imposible, salvo niveles extraordinarios de consentimiento.

Bajo el puente de los riesgos que a la seguridad nacional coloca la penosa situación del vecino insular, discurre este caudal: convocando a empresarios (nacionalización del empleo), a políticos y a la sociedad civil, ofreciéndoles incidir en la formulación, consenso y legitimación del futuro nacional inmediato.

Contrario al gobierno del 2020, que desestimó construir un espacio conversacional sobre la urgencia de la pandemia de la Covid-19, Abinader, reconociendo la crisis binacional y migratoria, convoca a sus adversarios y a la sociedad civil a modelar juntos el futuro dominicano.

Intelligentsia política.

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