Opinión

Complejo de Guacanagarix

Desde tiempos inmemorables, la venta de espejitos por pepitas de oro marcó lo que en buen castellano se denomina “Complejo de Guacanagarix”, que llevado a la lectura comprensiva, no es más que el servilismo. Todo este pasaje de nuestra historia se puede ilustrar en el presente en diferentes actividades sociales y políticas, que son ejemplo de la genuflexión promotora de la pérdida de valores, traducida en indignidad.

Observamos esta actitud frente a las costumbres foráneas que demuestran nuestra proclividad al subyugo, como forma de asumir hábitos marcados por la transculturización. Nuestro lenguaje se hace soez en la medida que exaltamos los lauros que no nos pertenecen, y nos entregamos dejándonos explotar por usureros foráneos y del patio, herederos de fortunas colmadas por la oscuridad de sus orígenes, y otras por la mal avidez de sus manejos.

Es preciso señalar que el corrupto y menos pudoroso no debe ser aclamado para alcanzar esferas de poder que les garanticen preponderancia en la toma de decisiones. En lo político, debe respetarse la integridad y no el grado de inversión en la adulonería, para evitar que la mediocridad campee por sus fueros y desplace la capacidad y honestidad de los llamados a dirigir con probidad los espacios que deben llenar los más calificados. En definitiva, el servilismo se descalifica en una sociedad por valores morales, cívicos y educativos, que representen la base de una mejor visión de futuro.

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