Educa quien ama
Los griegos han identificado, básicamente, tres tipos de amor: erótico (amor pasional e impulsivo), philia (se expresa a un amigo o a un familiar) y ágape (un amor espiritual, incondicional, puro y desinteresado). Por otra parte, el Papa Francisco en la Encíclica Fatelli tutti, presenta, al menos, siete tipos de amor: Universal (106-111), civil y político (180-182), social (183), efectivo (183-185), elícito (186), imperado (186) y amor de ternura (194-195).
Don Bosco y otros santos al hablar del tema en cuestión aluden al amor philia y al amor ágape. El Santo Turinés, dio vida a la pedagogía del afecto o del amor porque estaba convencido de que el amor ha de reflejarse en el modo de ser y de hacer. Asimismo, la vocación educativa requiere de especialistas en la pedagogía del afecto, porque se tendrá que lidiar con educandos que han pasado por circunstancias diversas y extremas. Por consiguiente, Don Bosco edificó su método educativo sobre la relación afectiva entre educador y educando. “Familiaridad, afecto y confianza” fueron, en efecto, las tres palabras claves de su pedagogía. La familiaridad conduce al afecto. La educación solamente puede verificarse en el afecto y con el afecto, que se exterioriza “en palabras, hechos e incluso en la expresión de los ojos y del rostro”. Para Don Bosco la relación “institucional” educador-educando ha de realizarse en un clima de familiaridad. Y, conviene evitar la burocracia y el autoritarismo. En cualquier relación el abuso de poder destruye el vínculo afectivo entre las partes sembrando desconfianza y, en consecuencia, generando reacciones agresivas. Lo mismo acontece en la familia y en la relación de esposos.
Reprimir es fácil: se vigila atentamente y, si se da la transgresión, se inflige el castigo. Por supuesto, se evita el desorden, pero nadie se hace mejor; el castigo suscita amargura, resentimiento, ira y un rencor que jamás se olvida.
El superior salesiano no ha de ser un “patrón”; no puede “querer” solo porque es superior. Más que cabeza de superior, conviene tener corazón de padre. El director “debe ser como un padre en medio de sus hijos. Efectivamente, en el lenguaje salesiano, el término “superior” es sinónimo de “educador”, en el sentido de “padre, hermano y amigo”. Los jóvenes en una casa salesiana verán a los compañeros, como sus hermanos y a los educadores, como a sus padres. De ahí que, decía Don Bosco: para ganar el corazón del joven “procura hacerte amar antes que hacerte temer”.
Juan Bosco fue el pedagogo del amor, precisamente porque estaba convencido de que el amor es el gran educador. No se puede enseñar sin amar. “La verdadera pedagogía se alimenta del amor. Es decir, “la educación es cosa del corazón”; por lo cual, “si el educador no llega a conquistar el corazón del joven, su obra es vana. Si el joven no abre su corazón al educador, la educación fracasa”. Don Bosco se convirtió para los muchachos en: padre, amigo y hermano. Todo lo logró con: la amabilidad, los buenos modales, la serenidad y la compasión.