La isla Saona
La Saona es la isla más grande de la República Dominicana, con una superficie de 110 km 2, unos 1300 habitantes, con especies endémicas y una flora y fauna exóticas.
En el 2014, visité esa isla abordo de una unidad de la Armada Dominicana, para conocer en detalle su hábitat, pues se me había encomendado la honrosa tarea de escribir el “Derrotero de la isla de Santo Domingo”, cuya edición anterior se remontaba al año de 1976, es decir, habían pasado casi 40 años sin actualizar la información contenida en el mismo.
En ese Derrotero tuvimos que desmontar hasta las coordenadas de los lugares del texto anterior y trazar el recorrido por las costas observando los puntos de referencia actuales y las nuevas circunstancias que habían surgido en cada lugar destacado.
En La Saona encontramos unas novedosas formaciones coralinas, densos manglares, diversas especies de tortugas, los manatíes y los delfines y los famosos bancos de arena de Palmilla. Una isla con una ecología realmente inagotable.
Al atravesar el estrecho canal de Catuano, que la separa de la isla de Santo Domingo, nos encontramos con Adamanay, como la llamaban los tainos, antes de que Cristóbal Colón la descubriera, en su segundo viaje el 14 de septiembre de 1494, y la nombrara como la Bella Savonesa.
Ya en la isla visitamos la Cueva de Cotubanamá, donde se relata que el cacique taíno, a principios del siglo ?VI, se escondió huyendo de las matanzas de Nicolás de Ovando, pero fue capturado y ejecutado.
La Saona también ha sido codiciada por los dictadores, tanto Pedro Santana en el siglo XIX como Rafael Leónidas Trujillo en el siglo XX se la adjudicaron en el ejercicio de sus gestiones gubernamentales.
El 26 de mayo de 1855, el Congreso Nacional aprobó una ley autorizando al Presidente Pedro Santana a usufructuar a perpetuidad la Isla Saona, como reconocimiento a los aportes que había realizado al país.
Pedro Santana usufructuaría la isla para explotar sus maderables de caoba y otras especies, pero en 1856, apenas un año después, la resolución fue anulada tras su renuncia a la presidencia.
El historiador Santiago Castro Ventura en un interesante trabajo titulado “Pedro Santana, pionero de la concupiscencia nacional” establecía que el Senado Consultor consideró que la concesión gratuita de la Saona era inconstitucional, porque concedía “a un individuo una recompensa pródiga y que en sí envuelve, a más de un gran perjuicio a los intereses nacionales, la posibilidad de acontecimientos dados que pudieran hacer peligrar la existencia política de la Nación”.
En tiempos de Trujillo, también la isla fue concedida a su familia para la explotación de los cocotales. Construyó el poblado de “Mano Juan” para albergar a 14 familias, el cual junto a Catuano, son los únicos existentes en la Isla.
Trujillo llegó a enviar a algunos desafectos al régimen, incluso quería construir una prisión, al estilo Alcatraz, la cual no llegó a realizarse porque el dictador fue asesinado.
La Saona es hoy en día una de las zonas de mayor atractivo turístico nacional. Hay que preservarla e invertir en interesantes proyectos que puedan desarrollar esa isla paradisiaca.