Un jesuita se confiesa: Giulio Cordara, S. J., y la supresión

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Era hijo del Marqués Calamandrana. Alumno del Colegio Romano (1714-1718), con14 años entró en la Compañía de Jesús. Dominó el latín clásico. Humorista talentoso, escribió cuatro sátiras contra educadores florentinos, críticos de la educación jesuita. Las cuatro acabaron en el Índice de los Libros Prohibidos en 1739. Lamentó mucho que su amigo Lorenzo Ricci fuera nombrado General en 1758. Lo consideraba demasiado débil para las circunstancias. Luego de la supresión de los jesuitas, Cordara vivió en Alessandría, Córsega. Sommervogel registró una una historia de la Compañía y otras sesenta obras. Defendió a Clemente XIV; juzgaba que actuó presionado.

Cordara explicó así la supresión de su querida Compañía: la hostilidad de los jansenistas; la envidia clerical por el monopolio jesuita de las misiones y la educación superior; la soberbia y arrogancia de algunos jesuitas, “nuestro vicio peculiar” y ampliaba: “La discusión ha alcanzado el momento en el cual toco un punto doloroso escondido, y señalo el fallo por el cual Dios particularmente quiso que la Compañía fuera castigada con la extinción. Mis antiguos compañeros jesuitas me tendrán que perdonar. A no ser que deseen ser autocomplacientes, ellos tendrán que admitir junto conmigo que existía mucho orgullo entre nosotros.

Los maestros de novicios nos lo insuflaban suavemente. Insistían en predicarnos que la vocación a la Compañía de Jesús era el mayor don de Dios. Ellos solo nos presentaban modelos jesuitas a imitar. Nos hablaban de tal manera acerca de los modos y procedimientos de la Compañía, que parecía imposible imaginar la existencia de algo superior. Una vez que habían llenado nuestras mentes con tan alta estima por la Compañía, en vano se esforzarían por inspirar en nosotros humildad y deferencia.” Así vaticinó el futuro: “la Compañía resurgirá de sus cenizas en su momento. Restaurada por la voluntad de Dios, ella durará hasta el fin de los tiempos…

Yo tengo por seguro, que aquellos compañeros que nos sucederán serán más cautos. Aleccionados por las calamidades que se precipitaron sobre nosotros, ellos evitarán el odio de los hombres, especialmente de los religiosos. Jamás se exaltarán sobre otros con un sentimiento de auto importancia” Serán modestos ( Scully, S.J., “The Suppression of the Society of Jesus, Studies in the Spirituality of Jesuits, 45/2, Summer 2013).

Murió en Alessandría, Cerdeña en 1785. Junto a su tumba, sus conciudadanos erigieron una estatua.

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