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La recurrente mala costumbre de ser reactivos

Si ha ocurrido, no recuerdo el caso de un recién nacido sustraído a su madre en una clínica privada. ¿Por qué? Las clínicas aplican un riguroso protocolo para dejar salir de sus instalaciones a un paciente que ha recibo el alta médica, sin importar el motivo de su ingreso.

En los hospitales públicos ocurre lo contrario, cualquier persona puede entrar como “pedro por su casa” y salir de la misma manera, a lo que se suma la corrupción imperante a lo interno y que permite casos como el de la mujer que sustrajo su bebé a una parturienta, el pasado sábado 21 de enero, en horas de la madrugada, en la Maternidad San Lorenzo de Los Mina de la capital.

A propósito de ese caso tan desagradable y que llenó de angustia a los padres de la criatura, la acuciosa periodista especializada en temas de salud, Doris Pantaleón, redactó para Listín Diario una información-recuento titulada “Maternidades han vivido historias de raptos y escándalos”.

Un párrafo de esa nota periodística no puede ser más elocuente: “La recuperación de la niña, hija de Geralys Payano, raptada la madrugada del pasado sábado en el hospital Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina, trajo a colación denuncias de otros casos ocurridos en años anteriores, que han llevado a cuestionar los mecanismos de vigilancia y seguridad que mantienen esos establecimientos de salud”.

Si los casos anteriores de robos de recién nacidos han llevado a cuestionar en su momento los mecanismos de vigilancia y seguridad en los hospitales, hay una sola explicación para que continúen ocurriendo: como país seguimos siendo, en todos los sentidos, reactivos en lugar de preventivos.

Y eso conlleva a que males sociales que deberían estar erradicados definitivamente ocurran de forma iterativa, provocando en su momento medidas coyunturales que solo sirven para mitigar la indignación del momento.

Como la decisión de revisar ahora los bultos a las personas que salgan de las maternidades, sin detenerse a pensar que esa sola medida no evitará los recurrentes robos de bebés en esos hospitales.

Planteé en el artículo del pasado domingo que a los dominicanos siempre “nos cogen asando batatas”, a propósito de la falta de prevención en materia de sismos, una expresión del refranero popular que retrata cabalmente la actitud de estar siempre desprevenidos y descuidados, con las consecuencias negativas que acarrea.

Lamentablemente no tenemos la cultura de prever ni de dar mantenimiento a importantes estructuras de uso masivo, lo que nos lleva incluso a invertir tanto dinero en reparaciones y remiendos como en las construcciones mismas.

Un torrencial aguacero de un día inunda la capital porque no se le da mantenimiento al sistema de drenaje y a los imbornales tapados con todo tipo de desechos plásticos que los ciudadanos arrojan a las calles sin ninguna consecuencia. Eso implicó la erogación de una suma millonaria por parte del Estado para resarcir a los dueños de vehículos afectados, además de las muertes que provocó y pudieron evitarse.

Esperamos a que los puentes peatonales den asco y que algún medio de comunicación lo denuncie, para entonces acudir a repararlos. Hay uno frente al Hospital Central de las Fuerzas Armadas que hasta maleza ha crecido sobre la estructura. Y obvio que hace tiempo no se usa, forzando a los peatones a cruzar de lado a lado por una transitada vía, a riesgo de ser atropellados.

Se registra un motín en cualquier cárcel, con el uso de armas por parte de los reclusos, y solo entonces se realiza luego una requisa para desarmar a los reos. ¿Cómo pueden ser tan recurrentes episodios de ese tipo? Complicidad de las autoridades que permiten el ingreso de esas armas y hasta drogas.

Una mujer deposita múltiples denuncias por amenazas de su pareja o ex pareja, y después que la asesina las propias autoridades reaccionan “lamentando” el deceso y “uniéndose al dolor” de los familiares. ¿Cuántas muertes se habrían evitado brindando una efectiva protección a mujeres bajo amenazas de hombres que las consideran su exclusiva propiedad? Ocurre un brote de cualquier enfermedad y de inmediato se adoptan las medidas preventivas para evitar que se expanda, cuando debería ser una política sanitaria constante.

Y tan solo he citado cinco ejemplos de esa mala costumbre de ser reactivos ante males que hace tiempo deberían ser parte de un pasado superado. Los hay por montones.

Uno de las reflexiones del padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, a propósito del 210 aniversario de su natalicio celebrado el pasado 26 de enero, reza que “El amor de la patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera; necesario es cumplirlos, o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes”.

Cuando se cacarea tanto sobre la necesidad de institucionalizar el país, ser preventivos y no reactivos sería la mejor manera de comenzar a asumir ese compromiso de legar una mejor nación a las futuras generaciones, como soñó el forjador de la nacionalidad dominicana.

De lo contrario, serán recurrentes en los medios de comunicación esas informaciones sobre recuentos de feminicidios, motines, caídas de estructuras, robos de recién nacidos, inundaciones y otras estampas tan propias de nuestra idiosincrasia.

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