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Mi vida y los días de trabajo

La sociedad industrial occidental estableció como norma, a través de la práctica, la semana de trabajo que comenzaba el lunes y terminaba el sábado, dejando el domingo como día de descanso.

En 1926, Henry Ford, el presidente de la Ford Motor Company, decidió reducir la semana de sus trabajadores a cinco días, de lunes a viernes, bajo la premisa de que por una parte los trabajadores podían resultar más productivos en sus días de trabajo y, a la vez, tendrían más tiempo para el ocio, el entretenimiento y poder salir de compras, lo que podría implicar la compra de más automóviles. Ford redujo a un día la semana de trabajo, sin reducir la compensación salarial a sus empleados, lo que fue muy bien acogido a nivel general. Luego, al final de la recesión económica que se produjo en 1929, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, oficializó ese tipo de horario, en parte para complacer a la comunidad judía que reclamaba poder celebrar su Sabbath, como lo impone su religión. Desde entonces, hemos seguido la práctica de trabajar de lunes a viernes y tener los días de descanso los sábado y domingo.

En mi caso, mi primer trabajo como productor y locutor del programa Your Hit Parade, en la emisora HIZ. en 1953, fue en domingo. Tenía 17 años. El programa se trasmitía a la una de la tarde. Se acabaron mis días de playa en Guibia, a los que ya me había acostumbrado. Un par de veces, también en domingo, había ido en bicicleta a la playa de Boca Chica. El domingo se convirtió para mí en el día de trabajo de la semana. Al convertirme en presentador de artistas en diferentes escenarios tuve que acostumbrarme no solo a trabajar en horas de la noche sino, también, sábado y domingo.

Nunca olvidaré que un 31 de diciembre, ya dirigiendo mi emisora de entonces, Radio Universal, el locutor de turno me llamó como a las 11 de la noche para decirme. ‘Mi relevo debió haber llegado hace un par de horas y yo necesito irme a descansar. ¿Qué hago?’. En esa circunstancia, hice lo único que podía hacer: dejar mi celebración de fin de año y relevarlo, cubriendo todo el espacio de la madrugada.

Cuando fui director de cruceros saliendo del puerto de Miami, mi trabajo implicaba mañana, tarde y noche durante los siete días de la semana. Nos tocaba un día libre cada cinco o seis semanas. Sin quejas.

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