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Exceso de fanatismo

El fanatismo no puede estar por encima de la gallardía deportiva. Siempre se debe jugar a ganar o a perder.

La competencia no excluye la decencia. Este principio debe ser válido para jugadores, autoridades y fanáticos.

La pasión de los hinchas supera toda clase de lógica, pero nunca debe transgredir las normas de la competencia honesta.

Hace unos días, fanáticos de Las Aguilas Cibaeñas (equipo por el que simpatizo) asumieron una inconducta deportiva que debe ser censurada, criticada, objetada a fin de que nunca vuelva a repetirse.

Hay que saber perder

Fanáticos de este equipo, en un partido contra Licey, asumieron una actitud antideportiva encendiendo sus celulares con el propósito de molestar al lanzador del equipo contrario y así sacarlo de concentración para provecho de sus bateadores.

Aprovecho esta inconducta para comentar otras actitudes que asumen muchos fanáticos, las cuales afectan el evento.

Hay peloteros a los que les desagrada jugar en nuestra pelota, porque se exponen a ciertos abucheos e improperios ofensivos de los fanáticos que no todo el mundo tolera y que sobrepasan los límites del juego mismo.

Los miembros de la LIDOM responsables de la disciplina en los estadios, deberían sancionar la conducta de muchos fanáticos que lanzan unos conciertos de malas palabras cuando uno de los suyos se poncha o comete un error olvidando la cantidad de padres que acuden en familia a estos juegos y los cuales exponen a la misma a toda esta grosería e indecencia verbal y a veces gestual.

Esa ingrata experiencia aleja al fanático de los estadios. Nadie acude a ningún evento donde esos riesgos estén siempre latentes, a menos de que se dispongan asientos especiales, distantes a la gente, donde se permitan estos denuestos.

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