SIN PAÑOS TIBIOS
Dominicanos ausentes-presentes
La historia de la humanidad es la historia de las migraciones; la de individuos, familias y grupos que se movían siempre por las mismas razones: alimentación, seguridad, supervivencia. El advenimiento del Estado-Nación no cambió eso y hoy día, observamos en la distancia cómo inmensas oleadas migratorias amenazan el statu quo planetario; sentimos en carne propia la de otros pueblos hacia nuestro país; y vemos con dolor cómo desde hace décadas cientos de miles de dominicanos han dejado su patria en busca de un mejor porvenir, para ellos y sus familias.
Hoy día, esos dominicanos que se fueron, pero que en realidad no se fueron (“Yo me fui, pero yo no me fui”), constituyen uno de los pilares más firmes de nuestra economía. A pesar de los diferentes cortes generacionales entre inmigrantes, el aporte de las remesas ha sido sostenido y esto solo puede ser explicado desde la lógica de su profundo arraigo con la patria, ya que aunque el Estado no pudo brindarles oportunidades de desarrollo, nuestros compatriotas mantuvieron encendida la llama del amor patrio y el vínculo indisoluble con su tierra.
“Dominicanos ausentes” se les llamó en un momento, luego, cuando la urgencia electoral buscaba un sustantivo menos peyorativo que el adjetivo “Dominican york”, pasaron a ser denominados como “diáspora dominicana”, que suena distante, académico y economicista; “dominicanos residentes en el exterior” se auto perciben ellos, y eso es lo que son, dominicanos, por encima de cualquier cosa.
Recientemente pude conocer a algunos de esos dominicanos que hoy nos llenan de orgullo, porque se han insertado en las sociedades en que residen y han contribuido a su desarrollo aportando sus recursos, trabajo y sumando profesionales destacados en diferentes áreas; se han organizado, asumen posiciones y participan en la vida política, social y económica de sus comunidades. Les falta mucho aún y solo el cielo será su límite, pero el camino se muestra despejado y solo una llave les abrirá todas las puertas -la educación-, y lo saben.
Como país y como Estado, les debemos mucho, y nunca tendremos cómo pagarles esa deuda, por eso, en reciprocidad, hacen falta leyes que les beneficien de manera particular y diferenciada, que les faciliten la adquisición de viviendas en el país, la importación en condiciones aduaneras ventajosas de bienes esenciales para facilitar su retorno o estadía y un largo etc.
Con sus éxitos, esos dominicanos que residen en el exterior son el vivo ejemplo de cuánto podremos lograr como país, cuando la educación, la justicia y el régimen de consecuencias sean iguales para todos.