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El retroceso de volver al manicomio

Lo peor que le puede pasar a un país es manejar la salud mental de sus ciudadanos basado en las coyunturas.

Con la lamentable muerte de un joven cuando se desplazaba en su vehículo por la avenida 27 de Febrero de la capital, a causa de una piedra lanzada desde un peatonal, representantes de diversos sectores sociales han reclamado reabrir el manicomio.

Muchos se aventuraron a asegurar de inmediato que quien lanzó la piedra al conductor era un enfermo mental –aun sin haber sido detenido- y mucho más luego de su apresamiento, sin haberlo sometido a las evaluaciones psiquiátricas necesarias para tener un diagnóstico preciso.

No todo el que deambula por las calles tiene una condición mental, muchos son indigentes sin la más mínima oportunidad de salir de la pobreza extrema a que los condena una sociedad que solo repara en ellos –al igual que los enfermos mentales- cuando incurren en algún hecho delictivo, aunque sean tan escasos.

El planteamiento de reabrir el manicomio lo hacen por una calentura momentánea y amparados en un preocupante desconocimiento de los cambios introducidos en los últimos años en materia de salud mental en el país.

El primer error en algunos argumentos que he leído y escuchado es plantear que el manicomio fue eliminado y donde estaba ya no existe nada.

Sí, fue eliminado, pero para dar paso a un Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS), ubicado en el mismo kilómetro 28 de la autopista Duarte, donde por tanto tiempo el manicomio funcionó como un almacén de enfermos mentales y ejemplo de una lúgubre etapa que debe quedar sepultada en el pasado para siempre.

República Dominicana fue uno de los primeros países en acoger la recomendación de eliminar los manicomios, emanada de la Conferencia sobre Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América Latina, realizada en Caracas, Venezuela, del 11 al 14 de noviembre de 1990.

Luego de esa acertada decisión, los avances en la atención en salud mental han sido evidentes. El trato a los pacientes se humanizó en el CRPS, de lo cual fui testigo al permanecer una semana en el centro como parte de un trabajo periodístico realizado en el 2017.

Se instalaron unidades de intervención en crisis (UIC) en los principales hospitales de la capital y se elaboró el Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022, cuyas metas lamentablemente frustró la llegada del Covid-19.

Ese plan contemplaba abrir más UIC en hospitales de provincias e impulsar la atención en salud mental comunitaria, llevando esos servicios a las unidades de atención primaria (UNAP) y creando los llamados hospitales de día para dar seguimiento con terapias y tratamiento farmacológico a los pacientes.

Lamentablemente y, aunque el actual gobierno se niegue a reconocerlo, ha habido un descuido con la aplicación de ese plan y la atención en salud mental en sentido general, pese a que los efectos de la pandemia están atenuados.

No soy un experto en el tema, más bien un enganchado. No soy ni psiquiatra ni sicólogo, simplemente un comunicador sensibilizado con el trato humano y el respeto de los derechos humanos de los pacientes con trastornos mentales.

Por esa razón, tres psiquiatras y amigos con quienes socialicé sobre la propuesta de reabrir el manicomio me hicieron sendos razonamientos que hago míos en este artículo.

Felipe Román: “No debemos regresar a la época del manicomio. La solución es que todos los hospitales generales tengan un área para psiquiatría, cada cual dependiendo del tamaño del hospital y que funcione ese servicio a nivel nacional”.

Carlos de los Ángeles: “El modelo manicomial no sólo es violador de los derechos del paciente y sus familias, sino que además es un sistema que en vez de curar o mejorar la condición de enfermo mental lo que produce es empeoramiento o cronificación del trastorno”.

Ángel Almánzar: “Plantear el cierre del Centro de Rehabilitación Psicosocial para convertirlo otra vez en manicomio es una insensatez. Solicitar la construcción de un hospital psiquiátrico es retornar a un modelo que caducó en todo el mundo y a un espacio de continua violación a los derechos de los pacientes”.

Tal y como plantean esos expertos en salud mental, hay que llevar los servicios en esa área a todos los hospitales del país, devolverles a las UIC las camas que les quitaron para asistir a pacientes contagiados con el nuevo coronavirus y retomar la meta de lograr una atención en salud mental desde las propias comunidades que permita retornar a los pacientes a su entorno familiar, sin estigma ni rechazo.

Claro, eso requiere una mayor inversión del Estado. Sería más económico reabrir un manicomio donde recluirlos y que dejen de ser la cara fea de la sociedad de "normales", quienes son mucho más agresivos y violentos que los enfermos mentales deambulantes.

Benedetto Saraceno es un neurólogo y psiquiatra italiano a quien he entrevistado en varias ocasiones. Ha visitado manicomios en cerca de 50 países del mundo y en una de esas entrevistas me resumió su experiencia en ese sentido con la siguiente frase: “Es una cosa espantosa”.

Grandes hospitales psiquiátricos como el que funcionó por tanto tiempo en el kilómetro 28 de la autopista Duarte es una etapa de centralización de servicios que definitivamente debe quedar atrás.

No sé si quienes proponen volver a la época del manicomio serían los primeros en internar a un familiar o allegado allí.

Antes habría que recordarles que no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar.

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