Ángeles y demonios
Dos personas a bordo de una motocicleta son invitadas a detenerse por una pareja de policías que también transitan a bordo de un vehículo idéntico. Comienza una lucha entre ambos: los que son mandados a detenerse se resisten a hacerlo y los que han hecho la petición de parada insisten en ello. El policía que ocupa la parte trasera del motor intenta darles a los del otro motor con su casco protector en manifiesto interés de hacerlos obtemperar al llamado de pararse.
Recorren en esa brega un gran trecho hasta que los policías logran detenerlos, no sin haberlos hecho caer al suelo con el motor en marcha.
De inmediato surgen las conjeturas y las criticas a esta pareja de policías, por el método anacrónico, torpe y brutal que han utilizado para detener a los señores. Y peores críticas hubiesen surgido si a estos dos representantes de la autoridad se les hubiera ocurrido la idea homicida de dispararles a estos. En otro escenario distinto, en la comunidad de Los Alcarrizos, perecen seis personas en una balacera que la policía afirma fue un intercambio de disparos, mientras que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a partir de estos hechos, la acusa de estar fuera de control con ejecuciones extrajudicil.
Lo anterior ocurre en un momento en que gran parte de la población ataca a la policía y a las autoridades gubernamentales por no garantizar la seguridad ciudadana y la paz que de ella se deriva, al tiempo de bombardear una reforma policial en curso, argumentando que deviene infructuosa y tardía; exigiendo el freno inmediato a la delincuencia y el consecuente proveimiento de la seguridad deseada. ¿A qué tipo de reflexión invita el statu quo imperante? ¿Qué enseñanzas nos dejan estas cuestiones?
Las reflexiones que se imponen versan acerca del yerro en que se incurre al ignorar los grados de control posibles ante un mal equis: mitigante, satisfactorio y óptimo; si bien no puede negarse que a la población le importan un bledo los dos primeros y medirá la efectividad de las autoridades en atención al último.
Las enseñanzas son que la policía está compuesta por miembros que provienen de la sociedad que hemos construido con nuestra indiferencia y falta de compromiso, pobremente educada; así, deviene un cuerpo donde conviven ángeles y demonios, por lo que, antes de juzgar su accionar en un escenario específico, hay que averiguar bien para culparla o eximirla de responsabilidad.