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No se adiestrarán para la guerra

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P. José Pastor RamírezSanto Domingo

Junto con María y Juan el Bautista, el profeta Isaías es uno de los personajes destacados del Adviento. El profeta presenta una descripción espectacular del reino que ha de venir, una realidad que la creación entera estaba ambicionando, la llegada de este reino lo cambiará todo. El Espíritu del Señor, con su acción colmará toda la tierra de su presencia generando la paz y la justicia anhelada. Los cambios generados por este reino serán tan radicales que el profeta no duda en compararlos con la nueva relación que se establecerá entre los animales.

Todos conocemos la magnitud de la ferocidad de algunos animales, tales como: el león, el oso, el lobo, la pantera. El profeta inspirado por el Espíritu no duda en imaginar de manera osada comportamientos amigables de tales animales, llegando a decir que pastarán juntos, comerán paja, incluso el niño pequeño meterá la mano en el agujero de la serpiente. Son cambios impensables, pero posibles en ese reino que el profeta proyecta. El profeta está hablando de los cambios que se generarán en los ciudadanos de ese reino, en cada persona. Es decir, en usted y en mí.

La transformación, de ese abismo de tenebrosidad y de imperfección que se comprueba en el interior de la persona y generado por el mal espíritu, es posible gracias al buen Espíritu que nos hace dóciles, humildes, amables, tolerantes y cercanos. Él nos transfigura para que lleguemos a vivir de manera heroica dichas virtudes, amando a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, como a familiares.

Por eso el Adviento es tiempo de esperanza y emplaza a recibir el espíritu de prudencia y de sabiduría, de consejo y de valentía, de ciencia y de temor del Señor; movidos por Él, no cabe el miedo en nuestra vida, pues nos favorecerá vivir en Dios y para Dios siempre.

Para ejecutar las transformaciones que nos sugiere el tiempo de Adviento hemos de convertirnos en apóstoles y misioneros de nosotros mismos y de los demás. El éxito misionero, nuestro y de los discípulos, genera alegría en Jesús. Efectivamente, la alegría es una actitud que acompaña a la esperanza. Difícilmente una persona que nada espera no podrá estar alegre.

La reacción espontánea y permanente de Jesús certifica la verdad de sus palabras de que “hay más alegría en el cielo por el regreso de un pecador arrepentido que por el de noventa y nueve justos”. El corazón de Dios es el corazón de un padre-madre que se deleita en sus hijos y aspira su bien. En palabras de Jesús, “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”, y cada persona que se salva le deleita hasta lo más fondo. En este Adviento hemos de preparar los caminos del Señor cultivando la humildad y la sencillez para abrirnos al don de Dios, para vivir con esperanza y llegar a ser cada día testimonios visibles del reino de Dios.

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