Opinión

Magníficat

“La visitación”, de Robert van der Weyden, pintor belga, muestra el episodio, narrado por Lucas, del encuentro de María con Isabel (Elisabet). Las dos primas se tocan recíprocamente sus vientres para subrayar el estado de embarazo. El cabello suelto de María es el habitual signo de su virginidad. Isabel es más vieja que María. Antes de su embarazo, ya se la consideraba estéril.

En este viaje de María a los lugares montañosos de Judea, algo significativo sucedió cuando entró a la casa de su prima Isabel: esta la saludó como “la madre de mi Señor”. Lucas narra: “Y exclamó a gran voz, y dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. Eso hizo que María prorrumpiera en el canto hermoso “Magníficat”. Este empieza: “Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” Lc 1:46-55.

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