Navidad pal pueblo
A 30 días de que acabe el año, comienza el clásico y mandatorio ejercicio de reflexionar sobre lo acontecido, soñar sobre un mejor porvenir y planificar, una vez más, las metas por cumplir. En el marco de una visión global, en términos generales 2022 ha sido bueno. Sin recurrir a desgracias ajenas ni estadísticas comparadas que no reconfortan las penurias propias, pues el mal de otros solo es consuelo de tontos, los fundamentos de nuestra economía se muestran robustos, aún en medio de un clima regional incierto, aunque ya lo incierto se ha transformado en la norma mundial, y cuando persisten los mismos problemas -quizás con distintos nombres-, las acciones desde el Estado no se muestran indiferentes ni reactivas, más bien realistas.
2023 será un año preelectoral, con todo lo que ello supone en una democracia en la que esos procesos constituyen la razón de ser de los políticos y el escenario en donde se compran y se venden conciencias y votos, mercantilizando todo a un nivel que vuelve inalcanzables los proyectos necesarios, porque la razón y la continuidad del Estado quedan desplazadas por la inmediatez, el populismo y la campaña. Por solo citar un caso, aunque el gobierno tiene ante sí el desafío de procurar disminuir el asistencialismo y la dádiva, lo cierto es que, en los hechos, lo urgente matará lo necesario y a medida que el calendario avance, hay que avanzar… y hoy vemos cómo regresan la “fundita” y “la caja” bajo la consigna “dame mi navidad”. Un clásico…
La inminente campaña condiciona todo y cualquier decodificación se hará a partir de cuántos votos puede sumar o restar una acción o una inacción frente a cualquier tema. Al día de hoy, cuatro puntos dominarán la agenda electoral: seguridad, justicia, precios y Haití, pero este último tiene el potencial de anular y silenciar los otros, si en esa dirección se obrare. Ahora bien, ¿Es nuestra prioridad?
En efecto, la agenda navideña mitigará la presión política al exterior y la agudiza al interior de los partidos, pues los liderazgos, en esta navidad “abierta” pos COVID, empiezan a buscar su espacio electoral. La escalada proselitista en torno a ese punto será inevitable, ya que todo el discurso regresará a “quién te da más” y la oposición en ese sentido pudiera quedar bien posicionada si logra hacerlo ver como un accionar contradictorio, lo que les permitiría ir vaciando de contenido el relato e intentar dejar el gallo muerto en la funda.Así las cosas, mientras el 2023 llega, diciembre, más que una fiesta, es la última tregua. ¡Felices fiestas!